lunes, 24 de agosto de 2020

Sobre el conflicto (7)

 

Nota.--  Esta es la última entrega  de la primera parte del libro ´No tengáis miedo de lo nuevo´. En breve iremos publicando la segunda parte, cuyo autor es Javier Tébar.  

 

José Luis López Bulla

 

Sexto tranco

 

Empecemos por una cuestión que el sindicalismo no parece haber comprendido de manera suficiente: la victoria del conflicto social depende de un conjunto de variables, tales como la justeza de las reivindicaciones, la relación entre formas de movilización y la plataforma reivindicativa, los niveles cuantitativos y cualitativos de la afiliación y el consenso que despierta el sindicato, en tanto que tal, entre el conjunto asalariado. Condición indispensable: que todo ello esté inserto en esta fase que ya, como se ha dicho repetidamente, no es la fordista. 

Históricamente, el ejercicio del conflicto se ha caracterizado por un acontecimiento rotundo: por lo general, si la persona dejaba de trabajar, la máquina se paralizaba; este detalle era el que provocaba la realización de la huelga. Hoy, en no pocos sectores, la ausencia de vínculo puntual entre el hombre y la máquina (esto es, que la persona deje de trabajar) no indica que la máquina se paralice. Más aún, gran parte de los conflictos se distinguen porque las personas hacen huelga (dejan de trabajar), pero las máquinas siguen su plena actividad. Podemos decir, pues, que la disidencia que representa el ejercicio del conflicto no tiene ya, en determinados escenarios, las mismas consecuencias que en un antaño de no hace tanto tiempo. Esto es algo nuevo sobre lo que, a nuestro juicio, vale la pena darle muchas vueltas a la cabeza. Parece lógico, pues, que el sujeto social se oriente en una dirección práctica de cómo exhibir la disidencia, promoviendo el mayor nivel de visibilidad del conflicto. En otras palabras, la visibilidad del conflicto tendría como objetivo sacar la disidencia del espacio de la privacidad para hacerla visiblemente pública. 

En suma, para una nueva praxis del conflicto, apuntamos los siguientes temas de reflexión: 1) el carácter y la prioridad de las reivindicaciones, tanto generales como aquellas de las diversidades; 2) la utilización de la codeterminación; 3) los mecanismos de autocomposición del conflicto; 4) la utilización de las posibilidades reales que ofrecen las nuevas tecnologías para el ejercicio del conflicto, y 5) nuevas formas de exhibición de la disidencia, dándole la mayor carga de visibilidad en cada momento. 

Importa hablar de los servicios mínimos. Yo siempre he planteado que quien convoca el conflicto debe gestionarlo con plena independencia y autonomía. De ahí mi rotunda oposición a los servicios mínimos. Como alternativa a ello me he manifestado reiteradamente a favor de un código de autorregulación del ejercicio de la huelga. Lo dije y dejé por escrito en «L’acció sindical en els serveis públics», Nous Horitzons, Abril 1979 y en otros trabajos. El código de autorregulación de la huelga sería un instrumento especial para el ejercicio del conflicto en aquellos sectores donde dicho ejercicio afecta directamente a la ciudadanía: enseñanza, sanidad, transportes, limpieza de las ciudades. Entiendo que las orientaciones generales irían por: 1) proponer una acción colectiva en los sectores públicos que sea la fiel expresión del vínculo entre los asalariados del sector y el conjunto de los usuarios que utilizan los servicios públicos; 2) buscando las alianzas, estables y coyunturales, entre los que van a ejercer el conflicto y los usuarios, 3) lo que es posible mediante unas formas de presión que no provoquen bolsas de hostilidad entre los huelguistas y los usuarios.

 

Tranco final

 

He procurado sacar a la superficie toda una serie de cuestiones que, en mi opinión, el sindicalismo debe repensar. Lo he hecho sin pelos en la lengua. Eso, tal vez, provocará algunos sarpullidos en determinadas pieles sensibles. Y quizá algunos dirán que mi ejercicio de redacción no tiene en cuenta los niveles de agresión que recibimos desde muchos sitios. Me limitaré, con una famosa anécdota, a explicar mi atrevimiento. 

Como hemos explicado en diversas ocasiones, en 1956 la FIOM-CGIL sufrió una severa derrota en las elecciones sindicales de Fiat. Las primeras explicaciones que dieron no pocos dirigentes fueron tan perezosas como vulgares: «La culpa la tiene la dirección de la empresa y el resto de los sindicatos, que se han vendido a ella». Pues bien, Giuseppe Di Vittorio —el primer dirigente de la CGIL—, interviniendo en Turín en un salón atestado de gente, habló de esta manera: «Pues sí, la responsabilidad de la dirección de la empresa es grande, pongamos que tiene un 95 % de esta. Nosotros tenemos, pues, un 5% de responsabilidad en esta derrota. Lo que sucede es que nuestro 5% se convierte ante nosotros en nuestro cien por cien». 

Dicho lo cual, la CGIL pasó a una investigación propia de su quehacer en la fábrica. De esa manera, Sísifo hizo frente a la cuesta y la parábola del sindicato empezó a remontar. En resumidas cuentas, la parábola es ascendente cuando los sindicalistas no tienen miedo de lo nuevo. 

En Parapanda, diciembre de 2016


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