viernes, 21 de agosto de 2020

La telepatía Casado – Waterloo

 

El hombre de Waterloo tira de la veta del retrofuturismo y Pablo Casado hace lo mismo con su futurismo retro. Nada nuevo bajo el Sol. Los dos tienen el mismo deseo: que la crisis acabe con el gobierno progresista y salga el Sol por Antequera. Es el objetivo de estos dos atolondrados personajes que, cada uno por separado, están practicando el estajanovismo del fracaso. No es necesario que tengan hilo directo, les funciona una telepatía que les hace compartir ocurrencias y estilos. La real enemistad entre ambos, sin embargo, no les impide coincidir en la premisa mayor: fuera Pedro Sánchez. 

La ocurrencia, en este caso, con la crisis sanitaria y sus secuelas habrá un levantamiento general contra el gobierno, que frenará el nuevo ciclo de derechos de ciudadanía social y, para otros, además, llevará a la independencia de Cataluña. Es el cuento de la lechera, desnatada para Casado, condensada para Waterloo. 

Me parece a mí que ambos personajes creen que estamos ante una crisis áspera, pero rutinaria: una crisis como otra cualquiera de las muchas que han sucedido. Ignoran, por falta de luces, que está crisis se está desarrollando en un complejo tránsito post fordista con una potente reestructuración de los aparatos productivos; es una situación  que la distingue de todas las convulsiones que hemos conocido en los últimos ciento cincuenta años. Esta crisis no puede ser gobernada y superada gradualmente con instrumentos económicos (financieros y de resarcimiento con amortiguadores sociales) tradicionales, propios de las crisis que hemos conocido. 

Opino que todavía están por crearse los mecanismos para gestionar debidamente esta crisis. Y, no hace falta decirlo, para construir un nuevo paradigma que proponga los vínculos y establezca la compatibilidad entre desarrollo, medio ambiente (cambio climático) y el Estado de bienestar. Con derechos de ciudadanía social y con el objetivo de la humanización del trabajo. Ahora bien, de una cosa podemos estar seguros. Con las algaradas retóricas de las derechas –carpetovetónicas unas, independentistas otras--  y con la común abstención de ambas a arrimar el hombro, no saldremos bien de esta situación. 

Hace unos días Carmen Reinhart, economista jefa del Banco Mundial, declaraba que la cosa va para largo (1). Hacía una lúcida disección del problema: esto no tiene nada que ver con la crisis de 2008, que sólo afectó a unos cuantos países; ahora es verdaderamente global. Aquello hizo estragos solamente en los sectores inmobiliarios y financieros; lo de ahora se refiere a todos los sectores de la producción y los servicios.  Tal vez sea necesario hablarles a Casado y Puigdemont en román paladino: global quiere decir también España y aunque parezca mentira alude a Cataluña, aunque ciertos sectores independentistas crean –y, sobre todo, hagan creer--  que aquí vivimos en un espacio—tiempo fuera del planetario. 

El empecinamiento de Casado y Waterloo en sostenella y no enmendalla es un drama en el cuadro de la situación española con las cinco crisis simultáneas y superpuestas que describe Enric Juliana. La actitud de atizar más candela a esa pira es un auténtico despropósito. Las vacaciones que la derecha ilustrada se tomó, tiempo ha, estropean todavía más  la situación. De hecho,  fuera del gobierno solamente los agentes sociales –sindicatos y la CEOE--  están al tanto de la gravedad de este epifenómeno, pero su actividad contractual no sólo no es seguida por las derechas de secano y ratafía sino que es ninguneado el presidente de la patronal española, Garamendi. 

No van bien las cosas. El gobierno y los agentes sociales hacen encajes de bolillos. Los humos y los hotros se han tirado al monte. Su grito es «¡a por ellos, que son de regadío!». Una condición necesaria, aunque no suficiente, es la unidad de las fuerzas políticas que conforman el gobierno. Nada, absolutamente nada hay más importante aquí y ahora –durante un tiempo que no sabemos precisar su duración, pero que no sería corto— que las dos prioridades del gobierno: enfrentarse a la crisis sanitaria y a sus secuelas, de un lado; y, de otro lado, la consolidación de las reformas que están en curso. Vale.    

Post scriptum.--  «Lo primero es antes», propone don Venancio Sacristán, padre del afamado actor Pepe Sacristán. Dichosa la rama que al tronco sale.



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