domingo, 21 de junio de 2020

Felipe González y los GAL


Aquí no nos hemos caído de un guindo. Ni nos chupamos el dedo. Por eso quiero decir la mía en este asunto de la hipotética relación de Felipe González con los GAL. Esta es una cuestión que aparece en la (pomposamente llamada) nueva normalidad para recordarnos que no hay nada nuevo bajo el Sol como continuidad de la vieja normalidad. La tesis de este ejercicio de redacción es que la reaparición de ese asunto no se dirige esencialmente contra Felipe González sino contra el gobierno progresista de coalición en general y, más en concreto, contra Pedro Sánchez.

En 1984 la CIA en un dossier clasificado explica el surgimiento de un batallón paramilitar contra el terrorismo de ETA. Años más tarde un digital casi desconocido, El Salto, publica grandes extractos de dicho dossier, aunque no cita el nombre de Felipe González. Es mayo de 2018, en puertas de la moción de censura de Mariano Rajoy.  El domingo pasado el periódico La Razón saca de los archivos el mencionado dossier, incorporando el nombre de Felipe González. Precisamente ahora cuando la derecha necesita que el viejo jarrón chino siga ejerciendo de tocacojoncicos de Pedro Sánchez.

La derecha apostólica apostó que la  pandemia se llevaría por delante a Pedro Sánchez. (Las prisas de los niños bitongos carpetovetónicos son comparables a las de Waterloo). La situación es: 1) la encuesta que dirige Michavila (Abc) y la del CIS avalan que el PSOE aumenta levemente su distancia sobre Casado casaseno; 2) Alemania y Francia –Merkel y Macron--  apoyan a Pedro Sánchez y, ambos, han arremetido recientemente contra las derechas extremas de sus respectivos países.

Aquí no nos hemos caído de un guindo. La reaparición del informe  tenía un objetivo: armar barullo en el cuadro político español en puertas de  las elecciones autonómicas en el País Vasco y estando en capilla de la discusión de los Presupuestos generales del Estado. Por lo que estaba asegurada la indignación del PNV y la revuelta en Unidas Podemos en el caso de que Pablo Iglesias no apoyara la moción de investigación. Más todavía, había otro el interés añadido: provocar que el PSOE tome partido. Si lo hace a favor tiene que apechugar con la hipotética cal viva; si lo hace en contra se incrementa la distancia entre los grupos dirigentes y el rescoldo felipista. En todo caso, el interés de la reaparición del dosier huele y no precisamente a vainilla.


De momento, González ha decidido llamarse Andana.



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