jueves, 10 de enero de 2019

Vox, Torra y las CUP


El largo, e insoportable, tiempo que lleva el independentismo está cambiando el metabolismo político en Cataluña. No sólo, ni principalmente en las formas, sino sobre todo en el fondo. Por supuesto, no es sólo un problema catalán, es el signo de los tiempos. El último ejemplo de lo que comentamos son las últimas declaraciones de Quim Torra, el Enviado del hombre de Waterloo en la Tierra.

Pero, antes, parece oportuno señalar que, en principio, haríamos bien en notar las dificultades que tenemos, desde hace tiempo, para analizar el carácter orgánico de lo que representan ambos personajes, Puigdemont y Torra.  Por lo general se habla de ellos como si fueran unos políticos convencionales, sujetos a una serie de códigos, también convencionales. Pero no lo son. Si me apuran ustedes yo diría que Vox también forma parte de ese elenco.  Son la espuma de esta época, que –en muchos aspectos--  representa una cesura con lo anterior. Una espuma que ya está recorriendo una buena parte del mundo. Por ejemplo, la radicalmente nueva situación de Andalucía forma parte de esa mutación. Que no se supo ver, mitad por rutina y mitad por distracción. En resumidas cuentas, los líderes políticos de esa espuma no son unos trafalmejas sino la expresión de los tiempos que corren.

Hablábamos de las últimas declaraciones de Torra. «Habrá crisis de gobierno en Cataluña si, contra mi criterio, Esquerra Republicana y el PDECAT tramitan los presupuestos generales del Estado», ha sentenciado jupiterinamente. Es el reconocimiento de la grieta. Es una orden que taxativamente viene desde el caserón de Waterloo. Es una amenaza en toda regla. Es la voz que viene del arengario gubernamental. Por lo que no admite discusión. Vox ducis causa finita.

La orden imperativa anula la autonomía de los partidos políticos y se entromete amenazante en el quehacer de los grupos parlamentarios. La democracia representativa anulada desde arriba. El líder máximo ya no responde ante nadie. Esta es, tras las palabras de Torra, la desfiguración de la política catalana. Que, por lo demás, viene acompañada de la aparición de la servidumbre voluntaria de miles de personas.


Nota bene.--  Vicenç Villatoro, que no es santo de mi devoción, afirma hoy en La Vanguardia una cosa que posiblemente le granjeará el odio infinito de la oclocracia independentista: «Las CUP y Vox disparan desde lugares distintos a la misma diana, la democracia liberal». 

No sólo ellos bailan con lobos.  



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