viernes, 18 de enero de 2019

Pablo e Íñigo al borde del precipicio




1.-- Yo viví en primera persona los momentos más difíciles del comunismo español ya en plena democracia. Todo aquello se concretó en la profunda división del PSUC, que llevó a su desaparición, y a la marginalidad más absoluta al PCE. Las consecuencias de aquella auto derrota todavía la estamos pagando en Cataluña y toda España. Primera consideración: mientras estábamos aparentando un debate pensábamos que lo que nos importaba era el partido. Pero, acudamos al matiz: lo que en realidad se ventilaba era qué grupo en liza se hacía con el control del partido. Segunda consideración: no sólo nadie se hizo con el control, sino que no quedó piedra sobre piedra. Tercera consideración: lo que no hicieron los bárbaros lo hicimos nosotros mismos.  

2.--  Tengo para mí que Iglesias y Errejón recuerdan a aquel conductor que, con más grados de alcohol en el cuerpo que los debidos, no es capaz de percibir las consecuencias de llevar el volante en ese estado. De ahí que ambos dirigentes políticos –con responsabilidades asimétricas en esta fenomenal crisis— no ven hacia dónde conduce este problemón. A saber, a una derrota de proporciones mayúsculas de las izquierdas, de todas ellas; a la relación entre eso y las condiciones de vida y trabajo de la población laboriosa; a la desfiguración de la democracia… Pablo e Íñigo saben estas cosas, pero aplicadas a otros, no a ellos mismos. Ellos son, ahora, los conductores indispuestos que, de no remediarse, podría estrellarse estrepitosamente. Si esto se produjera, poco importaría quién tuvo más responsabilidades en esta gran crisis. Dentro de cien años, todos calvos. El consuelo de ser mayor o menor responsable estaría en una breve nota a pié de página. Aunque posiblemente dicha nota añadiría que quien no sabe cuidar su casa está imposibilitado para gestionar el barrio.

3.— Hay que solucionar  este descomunal quilombo. En Madrid –o fuera de Madrid--  debe haber alguien (o algunos) con capacidad y auctoritas para que las aguas, ahora salidas de madre, vuelvan a sus cauces. ¿Ingenuidad? ¡Bah! Mejor llamarlo sentido de la responsabilidad de quien vivió viejas catástrofes. Ahora, con lo de Andalucía ya tenemos bastante.  

Elijan, pues, entre el precipicio o seguir en el valle.


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