miércoles, 30 de enero de 2019

El «paciente» Junqueras y el «cobarde» Puigdemont




Estamos en la enésima trifulca en el independentismo catalán. Los diez cañones por banda del velero bergantín que antes apuntaban contra el enemigo común ahora se disparan entre sí. Es la respuesta a los gritos de «¡unidad, unidad!» de este fin de semana.  Ya se sabe, las consecuencias de tales consignas duran lo que tardan en pronunciarse. Por lo demás, dichas apelaciones son la constatación de que el plato está roto y bien roto.

Las recientes declaraciones de Oriol Junqueras a un rotativo francés han pillado a Carles Puigdemont con los meados en el vientre. Un mazazo en la boca del estómago del hombre de Waterloo. Junqueras, el santo Job del independentismo, ha estallado: «Sócrates, Séneca y Cicerón tuvieron la posibilidad de huir pero no lo hicieron». Lo que es rigurosamente cierto, al menos en el caso de Sócrates, según dijeron Platón y Jenofonte.

Esta enésima trifulca tiene una novedad, cualitativamente más contundente, que las acusaciones que se han cruzado anteriormente. En primer lugar, no es un dardo que genéricamente hace uno u otro partido sino una acusación en el terreno de la ética y la moral. Son los dos jefes de filas los que se ponen en entredicho. Puigdemont huyó cobardemente sin informar a nadie, ni siquiera a su vicepresidente, Junqueras. Puigdemont se encuentra en la intimidad del fuego del hogar mientras el  patriarca Job está a racaudo del juez Campeador. No es, pues, un dardo, es una acusación en toda la regla. De cobardía. Es como si el capitán del Titánic fuera el primero en abandonar el barco. 

Podría haber alguien que dijera que ha empezado ya la operación de capitalizar el martirio. Sea como fuere, el caso es que Junqueras parece que ha escogido el momento de soltar el petardo. Perdón, algo más que un petardo. Lo dicho: en el terreno de la ética y la moral.

Dará mucho que hablar el «J´ acusse…!» de Junqueras.

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