miércoles, 8 de agosto de 2018

Puigdemont y Junqueras a cara de perro




Hay nuevos elementos de confrontación en el independentismo político. Estamos ya en un proceso de confrontación sostenida. Ni siquiera las calores caniculares logran disimularla. En estos momentos a todo ello se ha añadido un elemento no irrelevante: la convocatoria anticipada de elecciones autonómicas o el agotamiento de la legislatura. Los partidarios de la democracia orgánica –el hombre de Waterloo y sus paniaguados— están por la convocatoria de elecciones; Esquerra Republicana de Catalunya-  es radicalmente contraria. Puigdemont plantea una lista unitaria de todo el independentismo; Junqueras le contradice tesoneramente: «cada cual en su casa y Dios en la de todos».

Aquí se ventila, como se ha dicho repetidamente, la hegemonía del independentismo y, por tanto, los mecanismos que conducen a ello. Así pues, la gota que puede rebasar el vaso tiene su enjundia. Porque la consecución de la hegemonía –estamos hablando de hegemonía, no de simple mayoría--  no se concreta sobre la base de instrumentos abstractos.

Las cabañuelas no pronostican quién se llevará el gato al agua. Detrás el hombre de Waterloo hay un movimiento, creado a su imagen y semejanza, la Crida Nacional per la República, que dice tener decenas de miles de adheridos. Detrás de Junqueras hay una masa, que mayoritariamente le es fiel, pero también una relevante porción de gente que se instala en Escila  y en Caribdis. Puigdemont es ciclotímico, Junqueras exhibe cachaza al por mayor. En todo caso, algo parece rondar por la cabeza de Junqueras: como doblegue el brazo tiene perdida la batalla por la hegemonía y la mayoría.

De donde se infiere que las cabañuelas tengan no pocas dificultades para indiciar lo que aproximadamente pueda ocurrir. Mientras tanto, la entropía se instala en Cataluña. Con una novedad: el presidente Torra, afectado por las altas temperaturas, ha decidido cambiar la ratafía por el rudo botijo ibérico.



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