domingo, 19 de agosto de 2018

«Hemos de atacar al Estado español»




Se han cumplido cien días del Gobierno de Quim Torra. Cien días de vacío legislativo: tan sólo se han aprobado en el Parlament de Catalunya cuatro proyectos de ley, que habían sido elaborados por el legislativo y que, a causa del 155, estaban paralizados. Eso sí, han sido cien días de bronca al por mayor bajo la batuta de un hooligang del gol norte. Estas son las credenciales del Enviado de Waterloo en la Tierra.

Ahora, en plena conmemoración de la masacre de Agosto del año pasado, el caballero saca la lengua a paseo y exclama en la puerta de la cárcel de Lladoners: «No nos tenemos que defender de nada, hemos de atacar al Estado español». Fue pocas horas después del acto de Barcelona.

Exageraron quienes decían que se percibía un talante negociador por parte de este Torra tras su entrevista con Pedro Sánchez. Son analistas que confundieron los deseos con la realidad o que no querían cargar excesivamente las tintas por mor de no ser acusados de agoreros o  pesimistas. Y también exageraron quienes le calificaron muy generosamente como intelectual.  Al menos de lo que convencionalmente se tiene como tal. Es más bien un Carlos María Isidro, patriarca del carlismo que osó, con sus ojalateros, levantar un ejército de garrulos contra el Estado liberal.

Una afirmación como esa -«hemos de atacar al Estado español»-  propone dos conclusiones: a) la sesera de quien lo ha manifestado no goza del equilibrio mental necesario para el ejercicio de su cargo, y b) la incitación a atacar al Estado no se orienta sólo a la pugna entre las instituciones (la liberal y la carlista) sino urbe et orbe, es decir, a la feligresía ojalatera que no siendo mayoritaria en Cataluña tiene unas proporciones no irrelevantes.

Digamos las cosas claras: atacar al Estado no es un pronto calenturiento, sino el resultado de una biografía cuya exaltación supera lo imaginable en un político. Mejor dicho, en un hombre público. Atacar al Estado no es, pues, una boutade sino –fracasado el procés--  pasar a otra dimensión. 

Inquietante este caballero. Más lo es todavía que siga contando con una legión de incondicionales, que parecen seguir la famosa máxima del apologeta Tertuliano: «Creo porque es absurdo».  Y preocupante que ninguno de sus ojalateros le haya plantado cara con un hasta aquí hemos llegado.



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