El
índice de venganza de Waterloo
contra ERC es
directamente proporcional a la incapacidad política de ésta, el partido más
confuso de Europa.
Mal
le han ido las cosas a Aragonès
García que ha cosechado una estrepitosa derrota en la sesión de su
investidura de ayer: el castigo más severo a un candidato en la reciente historia
de Cataluña. Sólo 42 votos favorables (los de su partido y la CUP), 61 contrarios y las
32 abstenciones de Waterloo. En el triángulo independentista la hipotenusa no
ha querido hacer presidente, a la primera, al joven Aragonès. Alguien, con voz
caritativamente cándida, ha hablado de una «humillación» de Waterloo a los de
ERC. Ni hablar del peluquín. Es la lucha por el poder. No es una cuestión de
moralidad.
Hubo
una época, relativamente cercana, en la que se afirmaba que los rifirrafes
entre esos dos partidos se explicaban por conseguir la hegemonía en el campo
independentista. No diremos que no. Sin embargo, el fondo de la cuestión, ante
todo, era –y sigue siendo— la lucha por el poder; por la fisicidad del poder:
el mardito parné, las regalías y
subvenciones, el tejido clientelar, el control de los aparatos mediáticos y
todos los atalajes al uso. En toda esta fenomenal pugna se inscribe el golpe de
Waterloo a los de ERC ayer viernes.
Más
todavía, las 32 abstenciones post post post convergentes buscaban debilitar al
candidato. Era una manera de señalarle que no es bienquisto en el
independentismo. Que no es el ´presidente natural´. Y, como colofón, se trata
de situar que, así las cosas, Aragonès García será presidente cuando quiera
Waterloo. En ese caso, hablar de ´humillación´ es hacer gorgoritos.
Punto
final: leo en la prensa que «Salmond
crea un nuevo partido independentista, fragmentando así el soberanismo de su
país. Como es natural, cada bandería catalana querrá tener sus propias amistades
en Escocia y sus destilerías políticas. El
monstruo del lago queda al margen de todo esto.
Post
scriptum.--- Y mientras se desarrolla toda esa casquería metafísica, el
Tribunal Constitucional alemán paraliza la ratificación de los fondos europeos.
Los togados alemanes, por consiguiente, tampoco están por dar crédito al
apotegma de don Venancio: «Lo primero es antes».
No hay comentarios:
Publicar un comentario