martes, 2 de marzo de 2021

De victoria en victoria hasta el despeñadero final


 

El independentismo no ha condenado la reiterada violencia que sufre Barcelona desde hace unos días. Es más, algunos de sus sectores más exaltados son los que provocan tan lamentable situación: la CUP arenga y Arran ejecuta. Que callen todos los grupos restantes del independentismo –desde el territorio helado de Waterloo hasta las zonas templadas de ERC— no   es un error. Es una opción política (rechazable, por supuesto) que ellos entienden como la más apropiada para sus intereses, pero que en el fondo esconde, además, la cobardía de no querer enfrentarse con tales grupos violentos a quienes consideran como los suyos,  que combaten contra el enemigo, España y/o el Estado español.

Estos razonamientos me recuerdan situaciones del pasado. Ciertos sectores de la izquierda italiana de los años setenta se resistían a condenar los asesinatos y otros atentados de las Brigadas Rojas a quienes consideraban compagni che sbagliano (compañeros que se equivocan). La actitud de los comunistas de Enrico Berlinguer y los sindicalistas, con Luciano Lama a la cabeza, fue la más determinante contra el terrorismo italiano, desmontando las caritativas excusas de la izquierda que estaba en la inopia. No, las Brigadas Rojas no eran la izquierda, sino terrorismo puro y duro.

La CUP arenga --«apreteu, apreteu»-- y Arran concluye; de momento con sprays, piedras y gasolina. El intento de quema de un furgón de los Mossos de l´Esquadra, la policía autonómica, es un salto desgraciadamente cualitativo en ese intinerario de las pintadas, los adoquines y el fuego. El silencio de los partidos independentistas y, más todavía, las jaculatorias del gobierno catalán dan alas a los violentos, y en cierta medida la legitiman. A esa gente hay que empezar a calificarla como terroristas. Sin contemplaciones.   

Entiendo que la incitación a la violencia por parte del Estado mayor tiene una explicación: que la situación se degrade hasta tal punto que se tiren a la calle millones de catalanes exigiendo la independencia como ´solución´  al problema. Es una quimera, por supuesto. Pero esta es una forma temeraria de razonar que han practicado –y con la que han coqueteado-- determinados movimientos políticos y sociales a lo largo de la historia. Por lo general nunca sacaron nada claro que dichas aventuras. La vieja idea del «contra peor, mejor» siempre fue irremediablemente ´a peor´. A peor, peor.

De momento, el Estado mayor de la violencia, tiene un objetivo: impedir que la izquierda pueda formar gobierno.  De ahí que los violentos nos estén dando un anticipo del programa de investidura.

Punto y aparte. Hemos vivido algunas situaciones estrambóticas: recuerdo aquellos viejos tiempos que los nacionalistas de Cataluña no seguían (y no apoyaba) la violencia terrorista de ETA y el silencio cómplice del gobierno vasco; ahora el Partido Nacionalista Vasco y el gobierno euskaldún no siguen la loquinaria actitud de los independentistas catalanes. Resultados: el País Vasco va como una moto; Cataluña se dirige de victoria en victoria hasta el despeñadero final.

Hay que remediarlo.

 

Post scriptum.--- «Lo primero es antes», proponía don Venancio Sacristán. La muchacha del 78 cada vez que lo leía esbozaba una sonrisa. 


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