Primer tranco
«Lo volveremos a hacer», viene repitiendo Quim Torra --mitad monje, mitad soldado— en los últimos días. La sentencia adquirió compromiso firme al proclamarlo en su deposición de ayer jueves en el Parlament. Tal solemnidad requiere que lo comentemos. Despaciosamente para que las almas de cántaro y –peor aún-- los redomadamente tarugos pueden entenderlo. Sea, pues.
Si
hay que volver a hacerlo es que lo que se emprendió en su día no ha dado
resultado. Si hubiera tenido éxito el planteamiento sería «sigamos adelante». Y
si no ha dado resultado da pie a considerarlo como un fracaso. Sea como fuere, volver a hacerlo nos interpela a preguntar al ponente de la frase
si se refiere a una parte del procés,
digamos el inicio, o a todo su itinerario. El análisis de los textos y la
lógica tiene estas pejiguerías que, tal vez, puedan sacar los colores al
desequilibrado dicharachero del presidente vicario. De manera que ese «lo volveremos a hacer»
deberá repetir la farsa inicial o, según la ex consejera Ponsati, el «farol» que
significó el famoso 1 de Octubre de hace dos años. En todo caso es dudoso que
el hombre de Waterloo
quiera que se repita el quilombo. Por si las moscas, no sea que no pudiera
tomar las de Villadiego y acabar en la cangrí.
Digamos,
pues, que el Gotha independentista no ha seguido el consejo que Shakespeare
pone en boca de un personaje de Hamlet: «Cuidado con entrar en peleas, pero una
vez dentro, llévalas de tal modo que tu adversario tenga que guardarse de ti».
Así lo tradujo José María Valverde, un extremeño
prestado a Cataluña.
Segundo tranco
Nuestro
desequilibrado personaje abundó en otro asunto en el discurso que estamos
comentando. Ha defendido que en esta legislatura «volver a ejercer el derecho de autodeterminación,
y validar la independencia en esta legislatura». Conmoción en el resto del gobierno y estupor
en las bancadas independentistas: nadie estaba al tanto de tan sorprendente
deposición. Torra había actuado siguiendo los códigos de Juan Palomo: yo me lo guiso, yo me lo como. La situación es tan agria
que ERC rompe su tradicional cortesía con el presidente de la Generalitat y, de
un lado, su portavoz le desautoriza y, de otro lado, el vicepresidente Aragonés, le afea su actitud
en los pasillos del parlamento. El sentimiento general en las diversas
congregaciones políticas independentistas, también en el post post post
convergente, es que Torra está fuera de sí. Y, peor todavía, que es una rémora.
Tercer tranco
Así están las cosas. Entonces,
¿por qué no le echan los que, desde sus propias filas, están hasta la coronilla
de sus chicoleos? Primero, porque republicanos y post post post convergentes serían
incapaces de consensuar un nombre para tan señalada substitución. Esquerra reclamaría
su condición de partido mayoritario y los post post post esgrimirían sus
derechos dinásticos. En todo caso, lo que unos y otros reclamarían es que la
substitución se diera a favor de uno de los suyos. Pero todavía en ERC y en los
post post post no está suficientemente claro quién de los suyos de cada cual
coge el bastón de mando.
Mientras tanto, la plaga. «La peor
plaga que puede caer en un país es la del extremista furioso y puro como un
lirio que no le importa esperar dos o tres siglos para implantar el extremismo
que predica», dejó dicho aquel chozno de Montaigne
que fue Josep Pla.
P/s.-- La ilustre pareja de la foto es la antítesis
del extremista furioso y puro como un lirio. Él de Ciencias, ella de Letras.
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