sábado, 12 de octubre de 2019

El Abad Cantera y el vicario Torra, dos almas gemelas





En este país hay un exceso  de gente farruca, de echaos p´alante. Pueden encontrarse en los sitios más diversos: mostradores de taberna, altos cargos nombrados a dedo, gobernantes de comunidades autónomas e, incluso, gentes con sotanas de no importa qué orden mendicante. De entre este elenco se distinguen dos faroleros: Santiago Cantera, Abad del Valle de los Caídos, y Quim Torra, sobradamente conocido así en el cielo como en la tierra. Uno, de juveniles andares falangistas; otro, de primeros calostros para-carlistones. Ambos son el exponente del macizo de la raza. Grotescamente obcecados y aplaudidos –el huno y el hotro--  por una patulea de aduladores agachados.

Nuestros dos personajes sacan pecho y frente a los requerimientos de la autoridad competente el primero afirma que «no autorizará» y el segundo «que no tolerará». Pero el fraile Cantera ha perdido mucho poder desde que no luce tonsura en su cabeza. Y tres cuartos de lo mismo se puede decir de Mosén Torra, que no ejerce los poderes autonómicos porque está en la República, pero no puede usar los poderes republicanos porque la república solo existe en su atolondrado magín.

Dos personajes que hinchan el pecho y ni siquiera tienen aire.  Violetas imperiales ya chuchurrías; ratafía a granel.

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