Toni Comín –noctívago
hasta la madrugada y contumaz pijo
diurno, curiosa mezcla de niño bitongo y niño litri-- ha hecho unas declaraciones a El Periódico que casan perfectamente con ese
simbolismo vacío del que habló hace pocos días Oriol Junqueras (1). Comín, doctor
spin del hombre de Waterloo,
ha recorrido la mayoría de las fuerzas políticas catalanas hasta encontrar la
verdad revelada de la única religión verdadera: el soberanismo milenarista, ya
que fuera de él no hay salvación.
Este
caballerete niega que en España exista democracia. Por lo que arremete contra
el Estado que –autoritario, según Comín--
permite que sus deposiciones aparezcan en el rotativo barcelonés.
Explicación: la fe está por encima de todo. Y, como dijo un antepasado del
mozo, cree «porque es absurdo».
Deposición
principal: hay que provocar el «desgaste económico del Estado». Y, para ello,
llama indirectamente a una huelga nacional indefinida. Contra ella el Estado no
puede nada, ya que no tiene instrumentos para reprimir e impedir que millones
de personas se nieguen a ir al trabajo. Comín, que se ha criado bajo los pechos
de ESADE, debe creer firmemente que la realización de esa quimera no afectaría
en nada a Cataluña; pero si en algo pudiera molestar, la independencia requiere
esos sacrificios. No se olvide que los antiguos ascetas se ganaban el cielo
propinándose fuertes latigazos con el cíngulo redentor. Pero nuestro hombre no
es exactamente un asceta sino un místico, porque los vergajazos se los pegan
los demás. Él seguiría cerca de Waterloo a qué quieres, cuerpo.
En
resumidas cuentas, este caballero es una demostración palpable de hasta qué
punto la fe, según qué circunstancias, puede hacer estragos en el
colodrillo. Por no hablar del hombre de
Waterloo, su jefe, que ha comparado recientemente la Unión Europea con Corea
del Norte. Loco de atar.
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