jueves, 31 de octubre de 2019

Cataluña o La corte de Faraón


Es inagotable la capacidad del independentismo de organizar cosas altamente inútiles; la sobriedad por lo estéril no es su seña de identidad, hay que exhibir por todo lo alto lo improductivo e inane. Hablo del acto que, unitariamente, hizo ayer el independentismo, congregando a dos mil cargos electos en diversos ámbitos, especialmente el municipal. Presidía el Enviado de Waterloo en la Tierra, Quim Torra. Aclaremos que En Comú—Podem decidió estar en mejor lugar, esto es, trabajando en sus ocupaciones.

Era la Assemblea de Càrrecs Electes, una mezcla zarzuela de El asombro de Damasco y La corte de Faraón: dos embrollos de bigote. La tarea del asombro de la corte es llegar a donde el Parlament de Catalunya no puede. Así la definió desparpajadamente Torra, el principal de los reunidos. Y así lo sentían sus aduladores agachados.

Pero, ¿era realmente «unitaria» esta corte de Faraón? No tal, al menos no lo era en los momentos de más intensidad. Cuando una parte de los asistentes gritaron «¡Buch, dimisión!», como si el conseller de Interior fuese el tiralevitas  de La Moncloa. Realmente chocante. Centenares de cargos electos ululando contra un miembro de su gobierno. ¿Asamblea unitaria, dice usted? Imposible, aclaramos. Lo que toca Waterloo se deteriora a marchas forzadas. Los gritos de «¡Torra, president!», representan un cogotazo a Esquerra Republicana de Catalunya, de un lado, y, de otro, una manera elegante de decirle a Waterloo que su inquilino está ya amortizado. Con lo que del género zarzuelero pasamos al mayor embrollo jamás cantado: el de la ópera La Favorita, donde hay momentos en que no se sabe distinguir si la señora es la mujer del rey, su querindonga o su hermana. Indistinción, pues, entre el débito conyugal, el adulterio o el incesto. Cosas de los románticos.  


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