La detención en Alemania del
andariego Carles Puigdemont
ha vuelto a encender los ánimos del bloque independentista. La gran paradoja de
esta situación la ha apuntado mi amigo Pedro López
Provencio, setenta años en flor, en su cuenta de facebook: «Al parecer, ya se ha conseguido
internacionalizar el “conflicto”. Ahora a soportar también sus consecuencias».
Así ha hablado un antiguo y prestigioso dirigente sindical de los primeros
andares de CC.OO. de SEAT. O lo que es lo mismo: el independentismo quería la
internacionalización del conflicto y, precisamente eso, ha llevado a la
detención del hombre de Waterloo.
Me permito un (simbólico) paréntesis: se le
había atribuido a Artur Mas la principal
virtud de Ulises, la astucia. Exageraciones. Desde hace meses
la hipérbole se ha trasladado a
Puigdemont, a quien se le calificaba de audaz. Más exageraciones. Pero el
calificativo, según sus devotos, quedaba corto, ahora es llamado por ellos
mismos como «el Puto amo». Contagio de las peores esencias tabernarias. Ni
audaz, ni puto amo. Pero sí podemos decir que es ya un atisbo de un cierto
culto a la personalidad. Toda su práctica ha sido un monumento a lo grotescamente
atolondrado. Una anomalía que, quizás por ser tal, concita la adhesión de
quienes tienen un vínculo confuso con la política, fruto posiblemente del
hartazgo de la politiquería instalada. El resultado de las elecciones italianas
podría ser, salvando las distancias, una aproximada prueba de ello. Se cierra
el (simbólico) paréntesis.
En todo caso, los nuevos acontecimientos han
embrollado más las cosas. De un lado, la propuesta de líneas de gobierno, en
clave autonomista, trazadas por el candidato fallido, Jordi Turull; de
otro lado, la calle otra vez en efervescencia con los brotes exasperados de la
concentración en la Delegación del Gobierno en Barcelona y los cortes de
carreteras. Y, como reacción institucional, la declaración (llamada institucional,
pero hecha fuera del espacio-tiempo del Pleno del Parlament) por el presidente
de la Cámara, que plantea una respuesta general.
Una imprudencia de tomo y lomo.
Por otra parte, tenemos la reaparición del triángulo escaleno, que
propone el independentismo granítico: a) Puigdemont, president; b) huelga
general; y c) puesta en marcha de un Frente
patriótico. Puigdemont al cuadrado
es igual a la suma de los cuadrados de la Huelga general y del Frente
patriótico. Me parece que es una propuesta tan imprudente como peligrosa. Por
las siguientes razones: no se orienta a la pacificación del conflicto;
introduce unas variables irreales; propone acciones que, como la Huelga
general, no tienen visos de alcanzar ningún objetivo que llevarse a la boca; y,
peor todavía, mantiene y ensancha la actual división de la sociedad catalana
con el peligro de hacerla estratégicamente crónica. Y, muy especialmente, de
los trabajadores, empleados y pensionistas.
Ciertamente, pintan bastos. De manera que el
artículo 155 seguirá en vigor. La situación seguirá degradándose. Los
problemas, viejos y nuevos, se pudrirán todavía más. Las clases populares
podrían perder la batalla y acabar divididas. Las derechas, de aquende y allende
el Ebro, sacarán suculentos dividendos. Y, como ha pasado siempre en la
historia, tales derechas pactarán un apaño con las élites catalanas
independentistas para joder la marrana a quienes han sufrido directamente las
locuras de los astutos y audaces de pacotilla.
¿La salida, dice usted? Sugiero
atentamente la lectura de la resolución de CC.OO. de
Cataluña. Aunque esté necesitada de una ligera mano de pintura, entiendo
que es una muy seria invitación a la serenidad. Es lo más serio que se ha dicho
en las últimas horas. Lean y no precisamente en diagonal: http://www.ccoo.cat/noticia/215552/x#.Wrj1xy5ubIV
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