viernes, 23 de marzo de 2018

Corte de mangas de la CUP



El candidato a la presidencia de la Generalitat de Catalunya Jordi Turull demostró ayer en su discurso de investidura hasta qué punto es posible viajar al pasado. Su discurso estuvo situado en el paradigma autonomista. Lo que provocó un elogio envenenado de Miquel Iceta: «Me ha recordado usted a Jordi Pujol», le espetó sin pestañear. En efecto, el programa que exhibió el candidato era un listado de reivindicaciones y propuestas que hubieran encajado perfectamente en los viejos tiempos del peix al cove pujoliano, que nosotros nos atrevemos a traducir libérrimamente como «pez que vuela a la cazuela». Ni una mención a la independencia, tampoco a la república, menos todavía a la desobediencia a los Tribunales. ¿Prudencia sobrevenida del candidato o París bien vale una misa? Sea como fuere me dio la impresión de que el verdadero interlocutor del discurso de investidura no era el Parlament sino el juez campeador Llanera.  Un juez, todo sea dicho, que tiene una idea particular de los tiempos de la justicia.

Al margen de cualquier consideración, entiendo que es mala cosa que los oradores o los escribidores estén mirando por el rabillo del ojo a la Magistratura. Alguien tendría que decirlo y, por supuesto, dar la voz de alarma.

En todo caso, el viaje de Turull de vuelta al pasado es, sobre todo, la constatación del fracaso sin paliativos del procés. Una auto derrota, mejor dicho. Como, de igual manera, el fracaso de la investidura es la derrota de la política de alianzas de las fuerzas políticas independentistas que nuevamente vieron que las órdenes menores conventuales de la CUP volvían a negarle el pan y la sal a un candidato convergente. Para mayor abundamiento, el portavoz cupero declaró desde la tribuna que «rompía con ERC y Junts per Catalunya». El movimiento independentista, a buen seguro, acusará aviso de recibo de todo ello. Téngase en cuenta que los anteriores marramiaus de la CUP frente a Artur Mas y Carles Puigdemont se hicieron en tiempos del independentismo ascendente; ahora se está en la fase de la derrota.

Derrota y, peor todavía, división es lo que fundamentalmente explica las dimisiones de tres personalidades del independentismo: Carme Forcadell, Marta Rovira y Dolors Bassa, todas ellas de Esquerra Republicana de Catalunya. Unas dimisiones que se han hecho en puertas del uso que el juez Llanera hace de sus tiempos.  

Confusión en Cataluña. Caldo de cultivo para la aparición de movimientos extraños: unos de vuelta al pasado, otros de fuga hacia el milenarismo más recalcitrante. Todos ellos, hasta hora no gestionados por la política, podrían consolidar los tiempos de la justicia, perdón los tiempos de los jueces.  Por eso me permito una observación al juez Llanera: caballero, no siga por la senda del viejo aforismo del fiat iustitia et pereat mundus. Porque siempre acabó peor que el rosario de la Aurora.









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