El candidato a la presidencia de
la Generalitat de Catalunya Jordi
Turull demostró ayer en su discurso de investidura hasta qué punto es
posible viajar al pasado. Su discurso estuvo situado en el paradigma
autonomista. Lo que provocó un elogio envenenado de Miquel
Iceta: «Me ha recordado usted a Jordi Pujol», le espetó sin pestañear. En efecto, el programa
que exhibió el candidato era un listado de reivindicaciones y propuestas que
hubieran encajado perfectamente en los viejos tiempos del peix al cove pujoliano, que nosotros nos atrevemos a traducir
libérrimamente como «pez que vuela a la cazuela». Ni una mención a la
independencia, tampoco a la república, menos todavía a la desobediencia a los
Tribunales. ¿Prudencia sobrevenida del candidato o París bien vale una misa?
Sea como fuere me dio la impresión de que el verdadero interlocutor del
discurso de investidura no era el Parlament sino el juez campeador Llanera. Un juez, todo sea dicho, que tiene una idea
particular de los tiempos de la justicia.
Al margen de cualquier
consideración, entiendo que es mala cosa que los oradores o los escribidores
estén mirando por el rabillo del ojo a la Magistratura. Alguien tendría que
decirlo y, por supuesto, dar la voz de alarma.
En todo caso, el viaje de Turull
de vuelta al pasado es, sobre todo, la constatación del fracaso sin paliativos
del procés. Una auto derrota, mejor
dicho. Como, de igual manera, el fracaso de la investidura es la derrota de la
política de alianzas de las fuerzas políticas independentistas que nuevamente
vieron que las órdenes menores conventuales de la CUP volvían a negarle el pan y la sal a un
candidato convergente. Para mayor abundamiento, el portavoz cupero declaró desde la tribuna que «rompía
con ERC y Junts per Catalunya». El
movimiento independentista, a buen seguro, acusará aviso de recibo de todo
ello. Téngase en cuenta que los anteriores marramiaus de la CUP frente a Artur Mas y Carles Puigdemont se
hicieron en tiempos del independentismo ascendente; ahora se está en la fase de
la derrota.
Derrota y, peor todavía, división
es lo que fundamentalmente explica las dimisiones de tres personalidades del
independentismo: Carme
Forcadell, Marta
Rovira y Dolors Bassa,
todas ellas de Esquerra Republicana de Catalunya. Unas dimisiones que se han
hecho en puertas del uso que el juez Llanera hace de sus tiempos.
Confusión en Cataluña. Caldo de
cultivo para la aparición de movimientos extraños: unos de vuelta al pasado,
otros de fuga hacia el milenarismo más recalcitrante. Todos ellos, hasta hora
no gestionados por la política, podrían consolidar los tiempos de la justicia,
perdón los tiempos de los jueces. Por
eso me permito una observación al juez Llanera: caballero, no siga por la senda
del viejo aforismo del fiat iustitia et
pereat mundus. Porque siempre acabó peor que el rosario de la Aurora.
Radio Parapanda.-- Quim González
en https://pilarcefe.blogspot.com.es/2018/03/homenaje-rafael-martinez-parras.html
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