viernes, 2 de marzo de 2018

Puigdemont, Narciso y Némesis




Ha fracasado lo que parecía un dogma: «Puigdemont o Puigdemont». Ahora, la continuidad de la biografía del hombre de Bruselas será «Puigdemont provisional». Así son las convenciones de los politicastros. El Parlament de Catalunya en una cabriola barroca le reconoce la legitimidad, pero le niega que pueda ser presidente. Nueva división en el bloque independentista, que sigue siendo incapaz de reconocer públicamente el fracaso sin paliativos del procés. Un fracaso que se ha ganado a pulso.

Pero el hombre de Bruselas responde, vía youtube, transformando la gallina en un pavo real. Se auto designa presidente de la república catalana, se saca de los leotardos un sedicente consejo de la república y entiende que tiene la potestad para nombrar a su sucesor en quien ha puesto todas sus esperanzas. La declaración de Puigdemont es la ausencia de las reglas del decoro político y de las normas democráticas. Y transforma a su sucesor en mera hijuela. Sólo le ha faltado usar el Nos mayestático. Da un paso al lado y se reserva provisionalmente para lo que encarte.

El hombre de Bruselas mantiene su condición de hooligang, un término que inmortalizó sir Arthur Conan Doyle en su novela Los seis Napoleones. Un hombre que acumula al por mayor arrobas de egotismo:   la excesiva importancia concedida a sí mismos y a las propias experiencias vitales; en suma, de la tendencia a hablar o escribir de modo excesivo sobre sí. Narciso.  Para castigar a Narciso por su engreimiento, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente.

¿Cuál es el sentido de la ´legitimidad´ de Puigdemont? No desamparar la intendencia que necesita. El caserón de Waterloo y toda su crematística hay que financiarlo. Así pues, se estipula la legitimidad para que, desde el consejo republicano se ponga en marcha un impuesto patriótico que deberían pagar los catalanes que creen que somos una república.    

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