viernes, 16 de marzo de 2018

La bicicleta de Puigdemont y el asno de Sancho Panza




En Cataluña «estamos sumidos en la provisionalidad», afirma Màrius Carol, director de La Vanguardia. Me permito discrepar amigablemente una miaja del ilustre periodista. No creo que estemos en una situación de provisionalidad sino –como ha indicado Joan Coscubiela— de empantanamiento. Por partida doble: en primer lugar y fundamentalmente por el empecinamiento de las fuerzas políticas independentistas en mantenella y no enmendalla; y, en segundo lugar, por la ausencia de iniciativas de la oposición, que es incapaz de poner en marcha un movimiento de exigencia de salir de ese pantano.

No quiero ser pejiguera, pero entiendo que una situación provisional puede admitir excusas, lo que no ocurre con el empantanamiento que, podríamos decir, es una opción adrede. El reciente libro de Joan Coscubiela  aclara hasta qué punto dicho empantanamiento es políticamente intencionado. Por cierto, me dicen voces –una Garganta Profunda--  que el independentismo exasperado ha metido (simbólicamente) el ensayo de Coscubiela en un índice de de libros prohibidos.

El problema que tiene ahora Carles Puigdemont es cómo salir de ese entuerto, en el caso de que quiera salir. Y el que tienen los neo convergentes del PDeCAT y Esquerra es de qué manera se sale de esa astracanada sin lesionar al hombre de Bruselas. Es una situación embrollada porque, derrotados y divididos, son incapaces –al menos, de momento--  de encontrar una salida (si es que la quieren) que lave la cara a los grupos dirigentes, que siguen protagonizando lo que Coscubiela denomina «una farsa». Lo dijo antes de que importantes dirigentes del independentismo declinante afirmaran tres cuartos de lo mismo.

En todo caso este «independentismo declinante» está consiguiendo precisamente lo contrario de lo que aspiraba: quería la independencia y ahora nos encontramos en la pre autonomía; aspiraba a contar con el apoyo de la Unión Europea, ahora observa estupefacto que ni siquiera los recibe el bedel de ninguna institución. En resumen, mayor gloria tuvo la famosa Ínsula Barataria. Por lo menos el asno de Sancho Panza andaba; la bicicleta estática de Puigdemont no se mueve.  

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