Sin embargo, el Obispo de San Sebastián es de
otra pasta, se diría que de la orilla de enfrente. Se llama José Ignacio Munilla. Y ha declarado bombásticamente que el
demonio está en el interior de las feministas. El mosén tiene una lengua
ferozmente viperina. Más todavía, ha reiterado que «el
aborto se ha convertido en un "genocidio femenino"».
Aparentemente
ambas declaraciones parece que se dirigen a un contexto, concretamente el 8 de
Marzo, su explosión reivindicativa y la preñez de futuro que encierra. Sólo aparentemente.
En realidad ambas declaraciones van más allá. De hecho, entiende un servidor, son
la expresión de las relaciones de poder en el interior de la Iglesia católica,
apostólica y romana. El de Madrid representa los sectores moderados que tienen
una actitud de conllevancia y contemporización con la democracia; el de San
Sebastián representa el populismo tenebrista de quienes pretenden que el Sol vuelva
a girar alrededor de la Tierra y que la democracia sea la criada de la Iglesia
(philosophia ancilla theología est). El
de Madrid se orienta a alistarse en las filas del papa Francisco;
el donostiarra le pega a Bergoglio una coz en el cielo de la boca. Con lo que la fe del carbonero se queda atónita,
sin saber a qué atenerse.
Bienvenidas ambas declaraciones: la del
mitrado madrileño que apoya la movilización; también la del ultramontano
donostiarra que, alabando el buen gusto y la ubicuidad del demonio, que está en
el interior de las mujeres, publicitan el día 8 de Marzo malgré luí. Aleluya, aleluya. El mitrado donostiarra está haciendo
un servicio inestimable al 8 de Marzo. Lo que me permite evocar una anécdota de
cuando yo era niño chico.
Se iba a estrenar en Santa Fe, capital de la
Vega de Granada, la película Gilda. Carteles y prospectos con la cara de Rita Hayworth, que nosotros pronunciábamos adecuadamente: Rita Jaivo. El señor cura, don
Francisco Gómez Polo, tronaba tonante desde el púlpito: «Que no vayáis al cine de Benítez, esa
película es gravísimamente peligrosa. Ella
sale en cueros vivos». Lo cual se corrió por las tabernas como la pólvora. Lleno
hasta la bandera. Mi padre, joven tarambana local, propalaba que Benítez había untado al párroco con tanta contra--propaganda. Nunca dijo
´presuntamente´ porque en aquellos
tiempos no se estilaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario