viernes, 21 de julio de 2017

Violencia de género y sindicalismo



Las fuerzas políticas están empeñadas, con desigual interés, en concretar un Pacto contra la violencia de género. Sean audaces y, por favor, no desmayen en ello. Porque lo cierto es que estamos ante un problema de gran envergadura, con una violencia y agresividad que no sólo no decae sino que se agrava. Da toda la impresión que el avance de los derechos de la mujer en la sociedad tiene paradójicamente una cara siniestra: la respuesta machista de sectores –incluso entre los grupos de edad más jóvenes--  que se concreta en asesinatos, malos tratos y otras formas de agresión. No es alarmismo, sino la constatación de unas estadísticas que producen pavor. Váyase, pues, al pacto. Tradúzcase en medidas severas contra los agresores y, sin contemplaciones, aplíquese la ley. Toda dilación es pura y simplemente irresponsabilidad.

El sindicalismo confederal puede, debe y necesita decir la suya. Con su impronta y con las características de sindicato general de hombres y mujeres. Su cometido: remover todos los obstáculos que mantienen un sistema de organización del trabajo, jerárquicamente machista, que sitúa a la mujer en una posición violentada y subalterna con respecto al hombre y concreta una categoría, unas condiciones de trabajo y unos salarios que finalmente conducen a unas pensiones todavía más insuficientes para la mujer trabajadora. En resumen, se trata de un itinerario viciado y contaminado desde el inicio. El sindicato que no lo haga deja en la cuneta a millones de personas, las mujeres, y las deja sin representación ni tutela. Acogerse a los textos sagrados de los congresos y no entrar en la fisicidad de lo concreto es pura filfa, por no decir hipocresía.

Conviene, pues, que la valoración de los convenios y pactos de empresa se midan con la piedra de toque de sus cláusulas sobre esta cuestión. Porque, desde ahí, se tiene autoridad para exigir que las fuerzas políticas asuman que en el ecocentro de trabajo existe un problema de violencia de género que sigue sin resolverse. Lo que no quita que, mientras tanto, los grupos parlamentarios que negocian esa ley caigan en el detalle: la humanización del trabajo para todo el mundo, mujeres y hombres.   


Hablando en plata: se necesita una discontinuidad del sindicalismo confederal con relación al pasado. También, y sobre todo, en el asunto del que estamos hablando. 

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