Antonio Navarro
Esta mañana, en los locales de CCOO de
Albacete, hemos asistido a un acto de dignidad y valentía como pocas veces
hemos vivido en los últimos tiempos. Estamos acostumbrados a recibir
trabajadores y trabajadoras aterrorizados, con miedo incluso a que sus jefes
puedan enterarse de su visita al sindicato para informarse de sus derechos,
cuando se les da a conocer y tienen que ser ellos los que los demanden la
mayoría vuelven a sus casas resignados, o eso o el despido. Nos encontramos
también con delegados de pequeñas empresas-que son la mayoría en nuestro
mercado laboral- quejarse de sus compañeros, les reprochan que ejerzan su
función y el jefe pueda molestarse, por muy nimias que estas reivindicaciones
puedan ser. Otros, trabajadores y trabajadoras de grandes superficies
comerciales, esconden su afiliación al sindicato ante la amenaza de despido.
Hemos tenido casos en los que el hecho de firmar nuestra candidatura les ha
acarreado un despido fulminante.
Quien crea vivir en un país con un
Estado de Derecho avanzado es que no conoce la situación en la que se
desenvuelven las relaciones laborales en España. Teniendo al miedo como
protagonista principal de las mismas. El miedo al despido barato, a ser
relegado a otro puesto inferior, a no poder accederá a esas horas
extraordinarias que tan vitales son para una gran mayoría de trabajadores y
llegar a fin de mes. A todo esto se le llama violencia por quienes detectan el
poder en la empresa.
Hablamos de una realidad de la que nada se habla en los medios de comunicación, ajena al debate político a derecha e izquierda y que, sin embargo, es la vivida por millones de personas en nuestro país.
Hablamos de una realidad de la que nada se habla en los medios de comunicación, ajena al debate político a derecha e izquierda y que, sin embargo, es la vivida por millones de personas en nuestro país.
Pero no todo es así. Hoy, un grupo de
trabajadores del campo, de origen marroquí, han dado una rueda de prensa para
dar a conocer el estado de explotación esclavista a la que se les está
sometiendo una empresa agrícola, da igual la procedencia de esta. Dos céntimos
de euro por lechuga recogida es todo lo que perciben por jornadas- nunca mejor
dicho- de sol a sol. Sin alojamiento, teniendo el campo para hacer sus
necesidades, ni comedor ni agua con la que lavarse, "como animales"
ha dicho su portavoz. Condiciones laborales más propias del siglo XIX que del
XXI. Todo ello contando con la indiferencia de los poderes públicos. ¡ Qué poco
importan estas cosas a la opinión pública!. Y lo que es peor, para cuándo la
izquierda política se va a interesar por el día a día de los centros de
trabajo.
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