miércoles, 26 de julio de 2017

Podemos en el gobierno castellano--manchego




Hace poco señalábamos que mejoraban las relaciones entre las izquierdas españolas (1). En efecto, algo se mueve en el panorama y refuerza lo que decíamos. Así lo avala el resultado de la consulta interna de la organización de Podemos en Castilla—La Mancha. Los podemitas han votado favorablemente a un entendimiento con el PSOE regional. A un acuerdo con contenidos que, además, contempla que Podemos forme parte del gobierno castellano—manchego. El resultado ha sido del 78 por ciento que muestra el consenso importante de los podemitas con su grupo dirigente y concretamente con José García Molina.

Todo indica que se ha impuesto la razón pragmática en ambas formaciones. La del presidente Page, necesitada de que los presupuestos de la región tiraran hacia adelante; la de Podemos que siempre pugnó por salir de la marginalidad institucional. Digamos, pues, que se ha impuesto la obligación de hacer política frente a lo irredento de la bronca permanente. Ha prevalecido intentar arreglar las cosas a seguir con la inutilidad de tirarse los platos a la cabeza.

Dos elementos conviene destacar en esta historia. De un lado, el apoyo de Iglesias al acuerdo; de otro lado, la intervención del grupo de la andaluza Rodríguez contraria al pacto. Efectivamente, Iglesias ha sido claro y se ha dejado de ambiguas mermeladas. Por su parte, la Rodríguez ha sacado de su almacén algunos kilos de quincalla ideológica para arremeter contra el acuerdo. Precisamente ella, que siempre ha reclamado la autonomía en la decisión de las cosas andaluzas. «Consejos vendo, que para mí no tengo», podría decirse.

Con todo, lo que no merece silenciarse es el giro de Pablo Iglesias, el Joven. De tratar de blandengue a Errejón en Vistalegre 2 ha pasado a cooptar su política, aunque dejándole en el Limbo.  Ha usado una técnica tan antigua desde tiempos inmemoriales que siempre le perseguirá.



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