domingo, 30 de julio de 2017

Nuevas formas del uso social de las vacaciones: una propuesta





Les sugiero que vean detalladamente la foto que preside esta entrada. Miles de personas atiborradas en una playa, que puede ser el paradigma de nuestro litoral. Entiendo que las sardinas están más desahogadas en sus latas respectivas. Miles de personas oliéndose los respectivos sobacos, percibiendo las cremas, los bronceadores y la fritanga del almuerzo. Algún espíritu rutinario podría contestarme aquello de «sarna con gusto no pica». Sea. Pero pique o no pique sigue siendo sarna.

Tengo para mí que este modelo de usar las vacaciones ha entrado en crisis. Incluso, con el riesgo de ser malinterpretado, diré que lo hemos puesto en crisis. Afortunadamente, porque el derecho a disfrutar las vacaciones se ha extendido masivamente. Ahora bien, ello presupone que el uso social de esa conquista, las vacaciones, merece ser repensado para que cumpla mejor su objetivo: un reposo gratificante.

El sindicalismo confederal tiene mucho que decir –y, sobre todo, hacer--  sobre ese particular. El objetivo sería que el uso social de las conquistas en general (y de lo que hablamos en particular) sea disfrutado amablemente. Me propuse hablar de ello, recuperando una vieja propuesta de un servidor, en “No tengáis miedo de lo nuevo”. No lo hice porque el número de páginas que me concedía la editorial era limitado y tuve que renunciar. En esta ocasión vuelvo a la carga, después de años de haber puesto en el congelador mi propuesta.

Se trataría, grosso modo, de lo siguiente: desestacionalizar el periodo de vacaciones en España, muy mayoritariamente centrado en los meses de julio y agosto. Y extenderlo hacia los meses de mayo, junio y septiembre. Añadiendo más días de vacaciones a quienes deseen disfrutarlas en estos meses. Unos sistemas de organización del trabajo adecuados y las nuevas tecnologías lo permiten hoy más que nunca. Al menos podrían hacerse algunas experiencias piloto en ciertos sectores y determinadas empresas. Las ventajas para el sector de la Hostelería serían evidentes. En todo caso, hay que impugnar que el actual modelo esté definitivamente dado y que no tenga fuertes correcciones.

Por lo demás, demostraría que una renovación del sindicalismo confederal y de la negociación colectiva no sólo se preocupan de los aspectos cuantitativos de la condición de las personas, sino también de los cualitativos.


Ya me dirán.   


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