jueves, 27 de julio de 2017

Aunque Rajoy se vista de seda, Mariano se queda

Es un negocio ruinoso vestir a una mona de seda. El disfraz no puede ocultar que es una mona. Un negocio ruinoso para quienes invierten en ese vestuario. Y mona sigue siendo aunque la pongas en una peana o en el palco del  Liceu. Pongamos que hablo del presidente del Gobierno, don Mariano Rajoy. De su presencia como testigo en el juicio de la Gurtel.

Al hombre de Pontevedra le vistieron con ricas sedas, le pusieron en una mesita, alejada convenientemente  del tradicional banquillo de los acusados, pero siguió siendo Mariano. La opinión pública española no tuvo dudas: el disfrazado no podía ocultar nada. La opinión pública internacional también identificó al disfrazado y el lugar donde estaba. Fallida, pues, la inversión en seda, abalorios y potingues. En suma, unos dineros tan desaprovechados como los invertidos en su logopeda.


Algunos comentaristas, sin embargo, prefieren creer que Mariano salvó los muebles. Una opinión exagerada. O no han estado al tanto o pasan por alto la afirmación del hombre de Pontevedra que manifestó que aquellas vacaciones en Canarias se las pagó su partido;  a buen seguro no midió el alcance de sus palabras. O cuando tartajeó al serle preguntado por el inquietantemente  famoso «Luis, sé fuerte» y otros chapapotes. Por no decir del continuo cantinfleo del hombre de Pontevedra, siempre tratado con sospechosa cortesía por el presidente del Tribunal, don Ángel Hurtado. 


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