Ha surgido una novedad en esta
grotesca historia del procés catalán.
Es una novedad en el interior de sus entrañas. Destacados dirigentes del PDeCAT han censurado
públicamente sin medias tintas al President de la Generalitat, el hablanchín Carles Puigdemont. Este
caballero ha cesado fulminantemente al consejero Jordi Baiget por haber hecho unas declaraciones en los medios que no
se ajustan a la ortodoxia granítica del mencionado procés. De momento el consejero Santi Vila se hará cargo provisionalmente de la
cartera de Baiget. Sí, el mismo Vila que, tiempo atrás, declaró
desparpajadamente que el procés había
servido para tapar los recortes (1). Es
una pena que no pocos de los recortados no cayeran a tiempo en la cuenta.
La censura al presidente viene
de la dirección de su propio partido, del inhabilitado Francesc Homs y del portavoz del grupo
parlamentario en el Congreso de los Diputados, Carles Campuzano. Son declaraciones, además, de
explícita y militante solidaridad con el consejero cesado. Es la primera vez
que sucede, al menos públicamente.
El procés es una hoguera que se ha llevado por delante a un presidente
de la Generalitat (Artur Mas),
y a dos partidos (Unió Demorática y la vieja Convergència), además de dividir en dos enormes
cachos a la sociedad catalana. Ahora está dividiendo al recién creado PDeCat.
Algunos han recurrido a manifestar su hartazgo con una expresión tan plástica y
carpetovetónica como «estar hasta los huevos», como ha manifestado el siempre
remilgado Homs. En twitter, naturalmente.
Entiendo que son dos los motivos
fundamentales de la sensibilidad de esos escrotos: de un lado, la sumisión
–mejor dicho, la subalternidad-- del
Govern català a la CUP en un itinerario que está dando tumbos y, de otro lado,
la parábola descendente del PDeCat, que está perdiendo su plumaje a favor de Esquerra Republicana de Catalunya.
Y todo ello para que al final la cosa quede en un descomunal fiasco. Con sus
consecuencias funestas como ya han advertido el profesor Josep Maria Fradera y otros.
La advertencia de Fradera es
clara: «Cal advertir de la greu divisió dels
catalans i catalanes que l’actual deriva independentista i nacionalista a
Catalunya significa. El pal·liatiu no pot ser un referèndum, el qual, guanyi
qui guanyi, haurà tingut la responsabilitat de dividir als catalans i
espanyols, de fer-nos més tribals i menys civilitzadament deliberatius. Un
referèndum que dificultarà encara més aquelles reformes que poden fer més
lliures i solidaris els futurs dels pobles d’Espanya i d’Europa, d’una
comunitat que amb diverses llengües i parles seguirà inevitablement unida
l’endemà d’una fractura estèril i prescindible» (2).
Por cierto, leo en un medio digital que los
componentes de las mesas del mencionado referéndum estarán al amparo de la ley.
Aviso: si por los caprichos del sorteo saliera mi nombre para ello, les pongo a
todos ustedes por testigo de que devolveré la citación al remitente escatológicamente
coloreada con un recuerdo de mis esfínteres. Perderán quienes se apuesten que
no lo haré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario