sábado, 29 de octubre de 2016

Una oposición de funambulismo



1.-- Demos por seguro que esta tarde Rajoy, el hombre de Pontevedra, será investido presidente del Gobierno. Sin dar un palo al agua, dicen personas medianamente informadas. Ni un gesto, ni una quista. Las cosas como son: ¿estando como están las cosas, a santo de qué iba a molestarse en mover un dedo? Rajoy se ha apoyado en el quicio de la mancebía a esperar que pasara el cadáver de cada uno de sus adversarios. Que han acudido puntualmente a la cita.

El hombre de Pontevedra ni siquiera se ha limitado a resistir, solamente a esperar. Sabía que sus adversarios no pasarían el Rubicón. Por lo tanto, hacer algo podía estropear las cosas. De hecho, Rajoy disponía de dos tipos de información: una, la que sabemos todos; otra, la que provenía ex officio del secretario general perpetuo y sus sucursales.

Lo que sabíamos todos: que las izquierdas, en vez de presentar una alternativa, cada una de ellas sólo estaba interesada en ser la fuerza principal de referencia en el Parlamento. De ahí que siguieran la máxima latina: mors tua, vita mea. Que alguien tradujo de esta manera: para que yo viva, necesito que te mueras. Y para mayor precisión: cada una por su lado entiende que la muerte de la otra es una condición indispensable para su propia vida. Condición indispensable.

Lo que sabía, como información privilegiada, el hombre de Pontevedra: que el Negociado de Viejas glorias haría lo posible y lo imposible para abortar cualquier operación que fuera a mayores. El tañir de las campanas con su gori gori lo celebran.  

2.—  El PSOE hará una oposición de funambulismo. De un lado, no puede dejar que Podemos monopolice la acción política de crítica al Partido Apostólico; de otro lado, ha tomado nota del chantaje que les ha enviado Rajoy en el discurso del pasado jueves: ojito con lo que hacéis, no me arañéis el escroto, mira que convoco nuevas elecciones. Más todavía, el PSOE ha tenido que aguantar, impávido, que Rajoy tratara por lo bajinis a Iglesias como jefe de la oposición. Así pues, el PSOE tendrá que pactar con el PP incluso el estilo de su oposición. O, lo que es lo mismo, no puede perder comba contra Pablo Iglesias, el Joven, pero mirando con el rabillo del ojo al hombre de Pontevedra. Un PSOE, además, sin jefe reconocible en el Parlamento y con una gobernanta de planta en Ferraz.  

Quedemos, en definitiva, que esta tarde el hombre de Pontevedra, impulsado por la estupidez crónica de las izquierdas, será elevado nuevamente a los altares. Y, se quiera o no, esa será la realidad.
La realidad, he dicho. Sin embargo, eso de la «realidad» puede ser algo evanescente. Por ejemplo, veo en el afamado blog El café de Ocata cómo alguien caracteriza eso, la realidad: Se define el barroco como «Periodo de la historia del arte y de la música que duró todo el siglo XVII y parte del siglo XVIII. Reconocemos a los compositores barrocos por su característica peluca». Una definición tan falsa como los viejos duros sevillanos: puedo dar una lista de músicos barrocos que no llevaban peluca, empezando por el excelso Claudio Monteverdi.

Mordaz don Gregorio Luri. Y discreto, porque no quiere avergonzar al autor de esta frase dando su nombre. 




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