Les pido disculpas a todos
ustedes. El otro día atribuí de manera imprudente la expresión «palabra
enferma» a Sciascia; hasta los niños chicos de
la Vega de Granada saben que fue Alberto Moravia
quien acuñó esa expresión. Rectificado queda, y vamos a lo que vamos.
La dama sevillana, ducha en tejemanejes
de alto voltaje, no ha pronunciado hasta la presente la palabra enferma (parola
malata), que no es otra que la abstención.
Así que todo su partido está peleándose por el filioque mientras que Ella, la dama sevillana, no la mienta. Quiero
decir que no mienta «la bicha», convertida ya en teología del sufrimiento para
la base afiliativa del viejo partido. Es un silencio estudiado y protegido por
sus parciales. Es como si se la quisiera proteger de futuros acontecimientos
poco agradables. Es, como quien dice, una forma de indicar que Lady Susana es una virgen
del partido antes de la abstención, en la abstención y después de la
abstención.
Digamos que la abstención es una
triquiñuela parlamentaria que pretende salvar un mobiliario ya vetusto y con
una pérdida acelerada de predicamento público. Y yendo por lo derecho: es una
doblez, disfrazada de respetabilidad y sentido de Estado. Veamos, ¿por qué se
va a la abstención en segunda votación y no en la primera? ¿Para dejar claro algo
que no lo está tanto?
Contemporáneamente el viejo
partido recupera una de sus peores tradiciones, el guerrismo. Quien se mueva no
sale en la afoto. Que para mayor
precisión ahora tiene un matiz, a saber, será eliminado de la afoto.
Por lo demás, Mariano Rajoy –en toda
esta batahola-- se ha puesto «en el
lugar del Otro».
No hay comentarios:
Publicar un comentario