martes, 25 de octubre de 2016

La truculencia de Lady Susana



Les pido disculpas a todos ustedes. El otro día atribuí de manera imprudente la expresión «palabra enferma» a Sciascia; hasta los niños chicos de la Vega de Granada saben que fue Alberto Moravia quien acuñó esa expresión. Rectificado queda, y vamos a lo que vamos.

La dama sevillana, ducha en tejemanejes de alto voltaje, no ha pronunciado hasta la presente la palabra enferma (parola malata), que no es otra que la abstención. Así que todo su partido está peleándose por el filioque mientras que Ella, la dama sevillana, no la mienta. Quiero decir que no mienta «la bicha», convertida ya en teología del sufrimiento para la base afiliativa del viejo partido. Es un silencio estudiado y protegido por sus parciales. Es como si se la quisiera proteger de futuros acontecimientos poco agradables. Es, como quien dice, una forma de indicar que Lady Susana es una virgen del partido antes de la abstención, en la abstención y después de la abstención.  
Digamos que la abstención es una triquiñuela parlamentaria que pretende salvar un mobiliario ya vetusto y con una pérdida acelerada de predicamento público. Y yendo por lo derecho: es una doblez, disfrazada de respetabilidad y sentido de Estado. Veamos, ¿por qué se va a la abstención en segunda votación y no en la primera? ¿Para dejar claro algo que no lo está tanto?

Contemporáneamente el viejo partido recupera una de sus peores tradiciones, el guerrismo. Quien se mueva no sale en la afoto. Que para mayor precisión ahora tiene un matiz, a saber, será eliminado de la afoto.


Por lo demás, Mariano Rajoy –en toda esta batahola--  se ha puesto «en el lugar del Otro». 

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