sábado, 4 de enero de 2020

La Junta Electoral Central provarica

He escrito «provaricar», no prevaricar.

La Brigada Aranzadi estaba molesta por la pérdida de protagonismo y su fracaso a la hora de impedir la investidura de Pedro Sánchez. Por lo que decidió quemar sus naves y dar el do de pecho, Por lo que retoma el constructo medieval del Fiat iustitiam et  pereat mundus, o –lo que es lo mismo--  aunque el mundo estalle, hágase justicia. Y temerariamente decide inhabilitar a Torra y que Junqueras no puede ser europarlamentario. La Brigada Aranzadi, vestida de Junta Electoral Central, toma tamaña decisión en la mismísima víspera de la sesión de investidura. Sus señorías son perfectamente conocedoras de que las casualidades no existen. Las casualidades son metáforas de lo que se quiere hacer adrede, a cosica hecha que decimos en la Vega de Granada. Y, puestos ya a aprovechar las no casualidades, la Brigada Aranzadi, disfrazada de Junta Electoral Central, decide provaricar. Nota bene: no he dicho prevaricar, sino provaricar.

Las consecuencias de esta «provaricación» son las siguientes: embarrar el contexto político, obliterar las posibilidades de solución del pleito catalán y mantener la técnica de la judicialización de la política, que parecía estar en retirada en las últimas semanas. La judicialización de la política tiene además un aliciente en tanto que abrevadero de la Brigada Aranzadi y asimilados. Pero la judicialización de la política, tras esta provaricación, tiene una novedad: aparece una lucha anárquica entre las competencias de la Junta Electoral y el Tribunal Supremo. Conclusión: todo lo que tocan nuestras extravagantes derechas se echa a perder.


Mientras escribo Pedro Sánchez está interviniendo. 

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