Las
ultraderechas tienen mala bebida, especialmente en las fiestas de guardar. La
Conferencia Episcopal Española recupera su más acendrada tradición de
asustaviejas. Los periodistas de fortuna --«fiel espada toledana»-- escriben sus artículos con las picas que
sobraron cuando lo de los Tercios de Flandes. Es una agrupación de desubicados
que ha decidido reinstaurar el búnker, que estaba perdido y ha sido hallado en
el templo. Este es el panorama
antropológico antes, durante y después de la primera sesión de investidura.
Así
las cosas, les propongo a ustedes una consideración inquietante: al menos
durante estos días en España no ha existido la derecha. La derecha a secas. Ha
estado presente la ultraderecha en sus tres versiones: la puramente de secano;
la militantemente falangista; y la infantilmente ruin, cuyos representantes
caben en un coche de caballos. Es la tríada que conforman Casado, Abascal y Arrimadas. Se trata de un
triángulo escaleno que importa del Lejano Oriente las técnicas de la
intimidación de pensamiento, palabra y obra. Es la tríada que exhibe su
bravuconería al sentirse acompañada por la Brigada Aranzadi y bendecida por la sagrada hermandad
de Mosén Cañizares, Sociedad
Limitada.
Conclusión.
Veremos en qué acaba lo de la investidura. En la Iliada, casí al inicio, nuestro
padre Homero pone en boca de uno de los
personajes: «Todo es posible si un Dios lo maquina». Toquemos madera. Lo que sí
sabemos es que, si el resultado es favorable a la coalición de izquierdas, la
cosa irá por los pelos. Por lo que la legislatura estará pendiente de un hilo.
De manera que vale la pena considerar qué papel protagonista le corresponde a ese
amplio sector de la sociedad que apoya el programa firmado por el PSOE y UP. Vayan
pensando, porque quien quiera peces debe mojarse, como mínimo, el culo. Pronto insistiremos en este asunto.
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