miércoles, 6 de noviembre de 2019

Quim Torra, conserje de Vox


«Casi todos han trabajado para Vox en los últimos meses. Empezando por el independentismo pata negra, que, mediante graves conatos de violencia y el repugnante acoso a las personas que pretendían asistir a los premios Princesa de Girona, está proyectando una imagen prepotente que deprime a muchos catalanes y exacerba los ánimos de la España profunda».  Así lo ha escrito Antoni Puigverd en su artículo de hoy en La Vanguardia, La vida es sueño. Dispensen la amplitud de la cita, pero me ha sido imposible cortar la frase porque hubiera dejado sin argumentar que los independentistas pata negra han estado trabajando (digo yo, gratis et amore) para Vox. Dicho en román paladino: Torra ha actuado de conserje del partido ultra.

No es necesario presentar a Puigverd. Es proverbial su moderación y el carácter ´románico´, esto es, sin perifollos de sus argumentos. Como conocido es, también, su denuncia de los hunos y de los hotros cuando viene al caso. No ha lugar las acusaciones que ha recibido de «equidistante» de quienes tienen los ojos poblados de legañas.

«Conatos de violencia», nos habla Puigverd. Pero el consejero de Interior, Miquel Buch, tiene una explicación hilarante de lo sucedido en los aledaños del Palau de Congressos de Catalunya. Este caballero, tal vez acollonado por los escuadristas de su propia manada, ofrece una particular justificación de los puñetazos y patadas, de los escupitajos y empujones a quienes pretendían asistir al acto. Buch está entre el canguelo al Tribunal Supremo y el acatamiento al mencionado conserje. Por lo tanto, debe montar un andarivel que le saque del dilema o Tribunal Supremo o la sobredosis dogmática de Torra. Buch nos dice que el problema estuvo en que los agredidos «tuvieron la falta de voluntad de utilizar los autobuses». Vamos, que prefirieron ir andando y recibir  el ´agasajo´ de aquellos avinagrados que, conforme avanza el tiempo y su fracaso, las sonrisas de antaño se han quebrado definitivamente. Hoy, el independentismo es una gigantesca mandíbula desencajada. Extraña anatomía. 

La frase tiene su miga. Retórica cantinflesca que denota la degradación de una forma de pensar, que empieza a rodar por el plano inclinado de la desesperación. Ni siquiera en su propia lengua  –el catalán--  este caballero es capaz de construir un razonamiento digno de ese nombre. Tan sólo puede significarse como figurante de aquella película que fue El Vicario de Olot.

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