sábado, 2 de noviembre de 2019

La confrontación del independentismo


Esto es casi un elogio del maestro Josep Ramoneda. Escritor prolífico, periodista brillante. Intelectual ponderado, que escribe por lo general sin estridencia alguna. Que tiene la rara habilidad de incomodar a los diestros y a los siniestros. No se trata de equidistancia, sino de una beligerancia que, a veces, usa la ley del péndulo simple para compensar unas u otras afirmaciones incordiantes. La utilización de esta ley es lo que explica que le hagamos al autor un casi homenaje.

1.-- Ramoneda desarbola el carácter de la Asamblea de cargos electos, de la que hablábamos hace días en Cataluña o La corte de Faraón. Concretamente nos dice: «El último invento, la Asamblea de cargos electos, es un fantasma sin operatividad institucional ni jurídica alguna, movido desde lejos  por Puigdemont que no tiene otro objetivo que salvar las apariencias de la unidad inexistente del independentismo», tal como nos dice en ´La campaña y la ley de la gravedad´ (El País—Cataluña, hoy). Unas palabras que han sentado como un tiro al independentismo milenarista. Son las palabras que se confrontan, además, con los corifeos y demás aduladores agachados. El documentado cogotazo de Ramoneda apunta a donde más duele a los eclesiásticos de Waterloo: a) la fantasmada  política  de Carles Puigdemont y b) la división del independentismo. 


2) Siendo importante el coraje de Ramoneda, mis achaques me llevan a rogar al maestro que remate la faena con la misma claridad de lo escrito en el parágrafo anterior. Porque tengo la impresión de que tira del recurso del péndulo para, tal vez, compensar un tantico la contundencia de su denuncia. Es cuando afirma: «Me niego a aceptar que todos los independentistas apuesten por la estrategia de la confrontación». Bueno, «todos» es mucho decir. De momento, ahí van algunas objeciones provisionales. 


El independentismo es una opción política «de confrontación». (Lo que, en principio, no quiere decir que necesariamente dicha confrontación se exprese con violencia). De confrontación, decimos, que en el caso que nos ocupa se dirige contra el Estado y su Ley fundamental, la Carta Magna. Por lo demás, es irrelevante que «todos» los independentistas apuesten –o no-- por la confrontación. Por ella apuestan sus líderes sin excepción: los matices y contrastes que hay entre ellos se refieren no al hecho de la confrontación sino a cómo realizarla. Más todavía, quienes han optado por la no confrontación han sido apartados de los órganos dirigentes y ahora yacen pacíficamente en el Purgatorio. La lista no es pequeña en la familia post post convergente. A muchos se les ha mandado un tuiter con esta leyenda: «Extra ecclesiam nulla salus». O sea, fuera de la confrontación no hay salvación. Tal como pacíficamente acuñó antañazo  aquel famoso san Cipriano, obispo de Cartago.

 

3.— Ramoneda sigue aplicando el péndulo con el que compensar su enérgica desautorización de la fantasmada de Waterloo. «Es especialmente desasosegante el despliegue de artefactos jurídicos y amenazas judiciales». Bien está, querido maestro, afirmar que la solución es política, cosa que compartimos sin reserva mental alguna. Pero cuando Torra se pone cimarrón, el aeropuerto está ocupado y se lanzan adoquines pacíficamente, democráticamente, peristálticamente  los artefactos jurídicos y las amenazas judiciales deben hacer la siesta? Y me pongo a reflexionar: la izquierda sigue teniendo problemas con el orden público democrático. 




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