martes, 29 de octubre de 2019

Puigdemont y la ANC o el asombro de Damasco




Desde el solaz esparcimiento de la casona de Waterloo se puede fantasear sobre cualquier cosa. Incluso es posible idear una maquinación que, aunque no se lleve a cabo, lo importante es que permanezca en el magín de quien construye la ensoñación. Carles Puigdemont no es el primer político que haya creado quimeras y otras cosas por el estilo. Pero Waterloo no es el lugar más adecuado para poner en marcha fantasías. Torres más altas que la de este Puigdemont han caído en aquel sitio que ayer fue de armas y hoy de peregrinaciones místicas.  

Es el caso que este caballero creyó que la política de internacionalización del conflicto, que él llevó al paroxismo, pasaba por crear un foco de tensión en Europa que pasaba por hacerlo coincidir con el Brexit y los apoyos que aquel Matteo Salvini podía prestarle desde el gobierno de Italia. El hombre calculó disparatadamente. Calentó a una amplia cofradía del independentismo con que Europa se pondría a su servicio. Fracaso sin paliativos. Entonces, desde la mesa camilla de la casona de Waterloo, se dedicó a poner como un pingo a  la Unión Europea. Sus parciales le siguieron y, en unas y otras manifestaciones, profirieron insultos de grueso calibre a las autoridades europeas. Con lo que el tal Puigdemont contribuyó a que el nacionalismo catalán se fuera distanciando de Europa y, más aún, a confrontarse con ella. Toda una novedad en Cataluña. Primera conclusión provisional: la política de internacionalización del procés no sólo ha frcasado sino que, conducida temerariamente, ha significado la ruptura del  tradicional vínculo entre Cataluña y Europa.

¿Dónde quedó el protagonismo de Cataluña en la Europa de las regiones y en lo de los Cuatro motores para Europa? En el fondo del mar, matarile rile ró.  Todo ha sido un embrollo tan grotesco como El asombro de Damasco, de zarzuelera memoria: Waterloo aprovecha la tensión de estos días para nuevamente arremeter contra la Unión Europea. Y lo hace de la manera más torpe de la que es capaz: en un  diario ruso que, en el fondo, es un guiño a Putin. ¿Son los nuevos amigos de Waterloo?  

Ahora la manera más estridente de internacionalizar el conflicto es el recurso a la violencia. La rutina de las manifestaciones pacíficas empieza a fatigar a la opinión pública europea. La Paluzie, presidenta de la ANC, una subcontrata de Waterloo, sostiene desacomplejadamente que «la violencia tiene aspectos positivos y negativos, porque hace visible el conflicto». Ahora bien, la lógica nos advierte que comoquiera que esta dama está interesada en que haya mayor visibilidad a dicho conflicto, es de cajón que está planteando que se incremente la violencia. Y que su diapasón vaya in crescendo hasta conseguir la respetabilidad que, a su juicio, daría un muerto, que sería el protomártir de la soñada independencia. Como ven ustedes el asombro de Damasco hasta sus últimas consecuencias.

De momento los cachorros del independentismo se entrenan –pacíficamente, democráticamente, peristálticamente—  atacando a Rosa Lluch, candidata al Senado por En Comú Podem. A su padre, Ernest, lo mató ETA, a la hija la agreden sus cuñados independentistas. Se trata sólo de un elemental plan de estudios para barbilampiños.

P/S.---  Mis amigos de la foto se manifestaron el domingo pasado contra este «pollo de cojones», pacífico, democrático y peristáltico. Mis amigos son rojos de toda la vida. Pata negra, se diría. 



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