martes, 1 de octubre de 2019

1 - 0, las cosas no están como hace dos años


«Dos años del 1 – 0. Y dos años después las cosas siguen como estaban», nos dice Fernando Ónega en su artículo de hoy en La Vanguardia. Me permito discrepar del reputado periodista. En mi opinión, mucho han cambiado las cosas desde aquellos entonces. Hace dos años el independentismo catalán quiso ponerse el mundo por barretina. Hoy se encuentra ante la constatación de su más evidente fracaso, dentro y fuera de Cataluña, en medio de una confusa decadencia: su proyecto –pura caco utopía— es un conjunto de retales dispersos con poca posibilidad de remiendo. El independentismo, hoy, es una colosal zahúrda.

No estamos igual que hace dos años: los post post post convergentes son un conjunto de astillas del viejo y fornido árbol pujolista. No pocos de sus antiguos dirigentes buscan un nuevo cobijo político ya sea en los claustros del Monasterio de Poblet, ya sea en los aledaños de entidades financieras.

No estamos igual que hace dos años: Esquerra Republicana de Catalunya y las  doce tribus de Waterloo han llevado su conflicto a unas cotas que no se preveían en aquella época.

No estamos igual que hace dos años: in aquel tiempo la «revolución de las sonrisas» era una metáfora brillante que podía disfrazar sus burgos podridos. Hoy la acción contestataria está mayormente en manos de las diversas columnas del Ejército de Salvación: los Comités de Defensa de la República con sus diversos negociados de agitación y acción directa, la Assemblea Nacional Catalana, Tsunami democràtic y otros chiringuitos que se estructuran en torno a los cabecillas de las diversas facciones del independentismo, sección café de caracolillo.

Así las cosas, no de extrañar que su intento de proyecto se fuera convirtiendo, a la chita callando, en pura resistencia anárquica. Que se extiende desde la clerigalla de campanario hasta los que, por pura curiosidad intelectual, buscan la relación entre la química orgánica y la retórica de la Cataluña, «rica i plena».

Definitivamente, no estamos igual que hace dos años. Aunque la cruz sigue siendo pesada. Pero hoy ya sabemos –parafraseando a Marx--  que «entre la filosofía (independentista, añadimos) y el estudio del mundo real media la misma relación que entre la masturbación y el amor sexual».  Cachondo el barbudo de Tréveris.



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