domingo, 13 de octubre de 2019

Desobediencia institucional y desobediencia civil




Algunos están poniendo sordina a lo de la «desobediencia institucional». Es posible que hayan caído en la cuenta de aquella enseñanza de los Médicis: «El Estado no se gobierna con padrenuestros». Hasta un atolondrado como Quim Torra es capaz de comprender que una cosa es la represión que le puede caer y otra, bien distinta, la que puede afectar a los ciudadanos corrientes y molientes. De ahí que no tenga empacho en mantener la desobediencia civil  y archivar la institucional. En todo caso  debería explicar por qué incumple el mandato del Parlament que llamaba también a la desobediencia institucional frente a la sentencia del Tribunal Supremo.

En mi opinión, el vicario de Waterloo lo hace porque, como es natural, tiene canguelo a las consecuencias de su decisión. Lo que humanamente es comprensible, pero no lo es tanto no querer entender que la desobediencia civil puede arrastrar consecuencias a quienes la ejerzan. Más todavía, la obscenidad de Torra es caballuna ya que se desentiende de las cautelas y protecciones de aquellos que puedan ser encausados por la desobediencia civil. El lema de la orden de los frailes «ora et labora», repartido así: rezando el prior y el resto de la cofradía manejando azadón y almocafre. O lo que es lo mismo: Torra, capitán Araña. 

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