domingo, 16 de septiembre de 2018

La caspa y la brillantina en la política española




Las derechas de caspa y brillantina están dando una muestra clara de la pobretería de sus expedientes académicos. Así las cosas, digamos que la formación intelectual de estos dirigentes deja mucho que desear. Lo que se refleja en sus discursos, plagados de anacolutos y solecismos, siempre necesitados de un guión –chuleta en términos estudiantiles—para salir del paso. La caspa y la brillantina no casa bien con la cultura. Por lo demás, da la impresión que, tras la irrupción de Podemos en la escena pública, la casta y la brillantina necesitan exhibir unos títulos académicos adquiridos en las casetas de feria de los ahora llamados chiringuitos universitarios. Las potentes tesis doctorales de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón han empujado a ciertos políticos de las derechas patrias a no querer ser menos.  Casquería académica.  

De hecho, Podemos es en parte heredera de una tradición de estudiantes anifranquistas que lucieron un palmarés académico de primer orden. Eran los fundadores del Sindicato democrático de Estudiantes de mediados de los años sesenta. Paco Fernández Buey fue uno de los emblemas más brillantes de aquella generación. El primero en sacar las mejores notas, el primero en hablar en las asambleas, el primero en la cabeza de las manifestaciones, el primero en organizar el PSUC en la Universidad. El primero en buscar el engarce con el nuevo movimiento de Comisiones Obreras. La transformación de la sociedad y la acción política no se podía hacer –no se puede hacer—sin su necesario esfuerzo intelectual. Hubo muchos más en Barcelona y Madrid, pero a mi edad la memoria no responde en algunas ocasiones.

Ahora, los políticos de la caspa y la brillantina compiten entre sí a ver quién lanza la chocarrería más vulgar al mercado mediático. Ni siquiera tienen como punto de referencia la potencia cultural de los líderes conservadores de antaño: Churchill, De Gaulle y  Alcide De Gasperi, entre otros. Unos líderes a los que combatimos y respetamos, pero que eran de otra pasta. La caspa y la brillantina no merece ningún tipo de respeto.  




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