jueves, 30 de noviembre de 2017

Del Dedo de Artur Mas al dedo de Puigdemont

El Dedo de Mas le ungió y en dedo se ha convertido Carles Pugdemont, el hombre twitter. Un dedo que ha conseguido su propio territorio. Es parte de la tradición política: quien designa con el Dedo acaba siendo desbordado. También le ocurrió a Aznar con M punto Rajoy. Pero, a decir verdad, no se puede considerar al hombre twitter como una hechura de su benefactor. Puigdemont es él y sus particulares circunstancias.

Mas es el exponente de la vieja Convergència, también fue designado por el otrora poderoso Dedo del Viejo Patriarca. El hombre que pasó de considerar «el nacionalismo como algo oxidado» al independentismo como refugio confortable de todos los tres por ciento que han sido, son y serán. Carles Puigdemont es el resultado de la alquimia de un Mas atribulado por los fatricelli de la CUP y la media sonrisa de los de Esquerra Republicana que querían su retiro al monasterio. Artur Mas o la rosa de Alejandría: neoliberal de noche e independentista de día. Puigdemont erráticamente atolondrado, que en Cataluña se llamaría un esbojarrat. Con tintes de niño revoltoso de patio de  colegio de pago. Artur Mas o la autosuficiencia de las élites barcelonesas; Puigdemont o la ancestral suspicacia de las lejanas comarcas catalanas frente a can Fanga, que así denominan a Barcelona, poco temerosa de Dios, Nuestro Señor. En suma, la vieja política de Mas y la predicación de Puigdemont que se acerca peligrosamente a una simbiosis de poujadismo y qualunquismo. De dañina memoria.


El procés ha fracasado. Sus motivos no interesan a Puigdemont. Es más, ni siquiera admite que haya fracasado. De ahí que mantenga a machamartillo su metafísica, adobada ahora con otros ingredientes que, tal vez, estaban en su recámara. El dogma ni se transforma, ni se destruye, porque dejaría de serlo. Esta es la esencia de su Vulgata. Y es esto, precisamente esto, lo que le confiere un vínculo de emoción con amplias capas de la sociedad catalana. Las del nosaltres sols. Que aflora cíclicamente en los momentos de crisis superpuestas. Puigdemont es la expresión de ello, de algo que estaba dormido o que estaba de parranda.


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