viernes, 3 de enero de 2020

Cataluña es sólo la excusa


Tengo la impresión de que estamos asistiendo a un concurso. Es el festival del insulto mediterráneo. Andan a la búsqueda del primer premio los dirigentes de las tres derechas españolas, los periodistas de fortuna y muchos espontáneos en las redes sociales. A todos ellos la fuerza se les escapa por la bragueta o la portañuela. Un tema es de obligado cumplimiento: para participar en este festival es obligatoriamente canónico introducir la palabra traición o cualquiera de sus derivaciones. Tras ella se pueden –y se deben--  añadir los aliños que se estimen conveniente, siempre y cuando su conjunto sea un zafarrancho sintáctico. Es la derecha, una y trina, formada intelectualmente en las zahúrdas del dómine Cabra. Es la derecha de los tertulianos endogámicos, por lo general escribas agachados. Estas facciones nunca se mantendrán pacíficas mientras tengan sus propios cardenales, dijo más o menos el secretario florentino en el capítulo XI de El Príncipe. Menos todavía en este 2020, año de Beethoven y don Benito Pérez Galdós.  Año bisiesto.  

2.--- Josep Ramoneda ha dejado escrito que «el horizonte de la futura coalición de izquierdas [PSOE – UP] es la refundación de la socialdemocracia dentro de los parámetros del marco europeo», en El País de ayer mismo. Calma. Eso son palabras mayores. No digo que no, pero ni siquiera me parece que sea algo implícito en las intenciones de los coaligados. Entiendo, no obstante, que el objetivo es ofrecer un programa de gobierno progresista que pueda enmendar los graves desaguisados que se han hecho en España en los últimos tiempos.

La tormenta que se ha desatado está tomando como excusa el resultado de las negociaciones entre el PSOE y ERC. A mi juicio el tratamiento que se da a la cuestión catalana es la espuma de la confrontación de las derechas contra el gobierno de coalición de izquierdas. No digo que sea irrelevante, sino que el quid de la cuestión está, primero, en el hecho de que se haya conformado dicha coalición, y, segundo, en el programa de gobierno, eminentemente progresista. El problema catalán es el adobo que se le pone para exacerbar los ánimos, las emociones y los sentimientos. Dispensen, pero el recurso al lenguaje antiguo viene al pelo en esta ocasión: las derechas arremeten contra la coalición y el programa con una posición «de clase». Que, en buena medida, es coincidente con el ataque de  alferecía de los post post post convergentes –la derecha chanel número 5--  contra el pacto de los socialistas y los de Junqueras.

Menuda legislatura nos espera. La borrascosa situación de la famosa «tempestad sobre Washington» será un vientecillo plácido comparado con lo que puede ocurrir aquí. Naturalmente, sin Charles Laugthon.  

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