Josep Fontana de cuerpo presente. En ningún momento Quim Torra y sus
monaguillos acudieron a presentarle sus respetos. Los diversos negociados de la
Generalitat dijeron llamarse Andana. Algunas almas de cántaro se han
escandalizado por el ninguneo de las autoridades al intelectual más brillante y
universal de Cataluña. Una afrenta a la persona, a la comunidad académica y a
la izquierda. Las almas de cántaro todavía no han caído suficientemente en la
cuenta de que Torra ha aplicado al maestro Fontana la doctrina Bilardo: «al enemigo, ni agua». Fontana no fue un
escriba sentado, un historiador subvencionado. Fontana pensaba con su cabeza,
no a través del fondo de reptiles de las covachuelas del Palau de Sant Jordi y
sus franquicias.
Torra
estaba en lo suyo. En sus propias ensoñaciones: redactando –dicen sus
paniaguados-- su próxima conferencia
donde uno de los ejes centrales seguirá siendo que no aceptará las sentencias
de los tribunales. Eso sí, se cubrirá las espaldas no diciendo de qué manera.
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