Hay
nuevos elementos de confrontación en el independentismo político. Estamos ya en
un proceso de confrontación sostenida. Ni siquiera las calores caniculares
logran disimularla. En estos momentos a todo ello se ha añadido un elemento no
irrelevante: la convocatoria anticipada de elecciones autonómicas o el
agotamiento de la legislatura. Los partidarios de la democracia orgánica –el
hombre de Waterloo y sus paniaguados— están por la convocatoria de elecciones; Esquerra Republicana de Catalunya- es radicalmente contraria. Puigdemont plantea una
lista unitaria de todo el independentismo; Junqueras le contradice
tesoneramente: «cada cual en su casa y Dios en la de todos».
Aquí
se ventila, como se ha dicho repetidamente, la hegemonía del independentismo y,
por tanto, los mecanismos que conducen a ello. Así pues, la gota que puede
rebasar el vaso tiene su enjundia. Porque la consecución de la hegemonía
–estamos hablando de hegemonía, no de simple mayoría-- no se concreta sobre la base de instrumentos
abstractos.
Las
cabañuelas no pronostican quién se llevará el gato al agua. Detrás el hombre de
Waterloo hay un movimiento, creado a su imagen y semejanza, la Crida Nacional per la República,
que dice tener decenas de miles de adheridos. Detrás de Junqueras hay una masa,
que mayoritariamente le es fiel, pero también una relevante porción de gente
que se instala en Escila y en Caribdis. Puigdemont
es ciclotímico, Junqueras exhibe cachaza al por mayor. En todo caso, algo
parece rondar por la cabeza de Junqueras: como doblegue el brazo tiene perdida
la batalla por la hegemonía y la mayoría.
De
donde se infiere que las cabañuelas tengan no pocas dificultades para indiciar
lo que aproximadamente pueda ocurrir. Mientras tanto, la entropía se instala en
Cataluña. Con una novedad: el presidente Torra, afectado por las altas temperaturas, ha decidido cambiar
la ratafía por el rudo botijo ibérico.
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