Observen ustedes detenidamente esta foto. Decoración
austera tal vez para desviar la atención del lector y, en nuestro caso, mirón.
Encuentro en Berlín entre el Empecinado Chico y
el representante de Òmnium.
Llama la atención la cuidadosa escenificación del
evento: un sillón do sienta sus reales el Empecinado Chico y un sofá multiusos
para Marcel Mauri. Hasta aquí lo evidente. Pero
el sagaz mirón cae en la cuenta de que el sillón es más alto que el sofá. Es lo
que corresponde al rancio protocolo monarquizante, que siempre fue extraño en
Cataluña. El sofá y su eventual inquilino muestran no sólo la diferencia de
ringorrango sino la sumisión de la servidumbre voluntaria. Nunca vimos a
Companys ni a Maciá en tan chocante postura. Otra consecuencia, quizá, de la
observación del profesor Andreu Mayayo: Puigdemont es la caricatura de
Companys.
Y sigan mirando: la Moreneta –“la fe del
poble català”-- a medio camino entre
ambos personajes. Eso sí, despojada de todo ornato, cual si fuera un lar pagano
de los viejos romanos. La
Moreneta dejando constancia del histórico encuentro berlinés.
Mensaje a la transversalidad de los creyentes catalanes –sean o no del
movimiento amarillo— dando fe de que el relato tiene ahora su continuidad por
otros medios.
Ya lo advertí ayer: un servidor tampoco se resiste a
usar estos dos vocablos --´transversalidad´ y ´relato´ en la pipirrana actual.
Dos vocablos que ha se han convertido en lo que Unamuno llamaba voquibles.
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