Los parciales de Carles Puigdemunt han
registrado una nueva formación política; el partido tiene el sugerente nombre Moviment 1 d´Octubre (M
1—O). Demos por descontado, pues, que el hombre de Berlín se excluye del PDeCat, a menos que quiera
estar en la misa del nuevo partido y repicando en el anterior. Que todo podría
ser dada la chocante personalidad que le engalana.
Que se haya registrado el M 1—O
significa que sus fundadores consideran agotado el procés tal como se ha dado. O, aunque no lo reconozcan, que ha
fracasado. Y, para mayor abundamiento, que los sujetos políticos que lo habían
dirigido han fracasado en dicha operación. Digamos, además, que la gestación
del nasciturus no viene del PDeCat
sino de una de sus fracciones, la más exasperada. Que ya no es heredera del gen
granconvergente, sino de la concebida
ideológicamente por una serie de intelectuales de los años 30 del siglo
pasado que estaban en la periferia del catalanismo político, partidarios de la
independencia. No pocos de ellos eran partidarios del «racialismo» al que
pretenciosamente llamaban racismo científico. En esas fuentes ha bebido
provechosamente Torra,
el presidente vicario, cosa que naturalmente sabía el hombre de Berlín. De
manera que podemos intuir que, con esta nueva formación, el panorama político
se complicará todavía más. Éramos pocos y parió la abuela.
¿A qué líneas apunta el diseño
del hombre de Berlín? A la creación de un frente variopinto con voluntad de
hegemonía –no confundo hegemonía con mayoría--
compuesto por los siguiente retales: el populismo, fragmentos de
neoliberalismo y el nacional catolicismo. Tendrán la confusa etiqueta de «ni de
derechas, ni de izquierdas, sólo Cataluña». El hombre de Berlín pretende ser el
sastre que cosa eses retales. No le faltarán escribas sentados.
Populismo y retazos de neo
liberalismo no son cosas nuevas en el cuadro político catalán. Pero la
aparición de la Moreneta en el despacho berlinés de Puigdemont y en la toma de
posesión de la presidencia vicaria de Torra sí apunta a una novedad. El guiño
–el gesto todavía incipiente-- de la
recuperación de la Montaña Sagrada (Montserrat) en la geografía patria. Es la puesta al día
de aquella formación político—religiosa de los años sesenta, Crist Catalunya. La paradoja
es clara: el paganismo de esta política utiliza el sentimiento religioso para
su propio lucimiento e interés. Nada nuevo bajo el Sol. Ya lo dejó dicho el
obispo Torras i Bages:
«Cataluña será cristiana o no será». Más
tarde, otro acuñador de frases a destajo, afirmó que «la Iglesia en Cataluña o
es catalana o no será». En resumidas cuentas, Cataluña y la Cristiandad
reunidas en el mismo Cuerpo místico.
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