jueves, 24 de mayo de 2018

El nuevo partido de Puigdemont




Los parciales de Carles Puigdemunt han registrado una nueva formación política; el partido tiene el sugerente nombre Moviment 1 d´Octubre (M 1—O). Demos por descontado, pues, que el hombre de Berlín se excluye del PDeCat, a menos que quiera estar en la misa del nuevo partido y repicando en el anterior. Que todo podría ser dada la chocante personalidad que le engalana.

Que se haya registrado el M 1—O significa que sus fundadores consideran agotado el procés tal como se ha dado. O, aunque no lo reconozcan, que ha fracasado. Y, para mayor abundamiento, que los sujetos políticos que lo habían dirigido han fracasado en dicha operación. Digamos, además, que la gestación del nasciturus no viene del PDeCat sino de una de sus fracciones, la más exasperada. Que ya no es heredera del gen granconvergente, sino de la concebida  ideológicamente por una serie de intelectuales de los años 30 del siglo pasado que estaban en la periferia del catalanismo político, partidarios de la independencia. No pocos de ellos eran partidarios del «racialismo» al que pretenciosamente llamaban racismo científico. En esas fuentes ha bebido provechosamente Torra, el presidente vicario, cosa que naturalmente sabía el hombre de Berlín. De manera que podemos intuir que, con esta nueva formación, el panorama político se complicará todavía más. Éramos pocos y parió la abuela.

¿A qué líneas apunta el diseño del hombre de Berlín? A la creación de un frente variopinto con voluntad de hegemonía –no confundo hegemonía con mayoría--  compuesto por los siguiente retales: el populismo, fragmentos de neoliberalismo y el nacional catolicismo. Tendrán la confusa etiqueta de «ni de derechas, ni de izquierdas, sólo Cataluña». El hombre de Berlín pretende ser el sastre que cosa eses retales. No le faltarán escribas sentados.

Populismo y retazos de neo liberalismo no son cosas nuevas en el cuadro político catalán. Pero la aparición de la Moreneta en el despacho berlinés de Puigdemont y en la toma de posesión de la presidencia vicaria de Torra sí apunta a una novedad. El guiño –el gesto todavía incipiente--  de la recuperación de la Montaña Sagrada (Montserrat) en la geografía patria. Es la puesta al día de aquella formación político—religiosa de los años sesenta, Crist Catalunya. La paradoja es clara: el paganismo de esta política utiliza el sentimiento religioso para su propio lucimiento e interés. Nada nuevo bajo el Sol. Ya lo dejó dicho el obispo Torras i Bages: «Cataluña será cristiana o no será».  Más tarde, otro acuñador de frases a destajo, afirmó que «la Iglesia en Cataluña o es catalana o no será». En resumidas cuentas, Cataluña y la Cristiandad reunidas en el mismo Cuerpo místico.

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