Ciertas convenciones
democráticas se han degradado en Cataluña. Primero fue Artur Mas que decidió orientar su dedo índice en
dirección a Carles
Puigdemont como presidente de la Generalitat. Ayer mismo el hombre de Berlín repite el
gesto y señala como candidato a Quim
Torra. Comoquiera que no cuentan ni el partido, ni el grupo
parlamentario el Ausente ni siquiera respeta las formas. Es el Enviado de Macià
en la Tierra y cree tener la potestad para ello y lo que encarte. Más todavía,
la designación le atribuye facultades en precario: presidente del «gobierno
interior», vale decir: desde el cabo de Creus hasta Sant Carles de la Ràpita.
Sólo con funciones vicarias. La presidencia mundial seguirá en manos del
Ausente. Torra, así las cosas, sería en delegado del gobierno de la República
catalana en el exilio. O lo que es lo mismo: cualquier decisión
político-administrativa estará bajo sospecha: ¿viene de Berlín o de las
covachuelas del Palau de la Generalitat? Naturalmente, este Torra respondería
que sarna con gusto no pica.
Artur Mas decidió que su
candidato fuera uno de sus fieles seguidores. El Ausente ha hecho tres cuartos
de lo mismo. Ha buscado en su escudería y, finalmente, decidido que un hombre
sin gestión política y de gestión conocidas fuera el hereu. Ni siquiera ha tenido en sus manos el bastón de mando de una
alcaldía.
Cierto, los hechos dirán. Pronto
sabremos si este maestrillo tiene su propio librillo o qué. ...No sería justo que
presumamos fatalmente que todo está cantado en Cataluña. Es verdad que de la
biografía de Torra –me resisto a llamarle familiarmente Quim-- se desprende que será «más de lo mismo», pero
no sería prudente darlo como definitivamente dado. Hay experiencias numerosas
que cuentan que no pocos designados asesinaron al padre y mentor. En todo caso siempre le perseguirá toda una serie de twitters exhibiendo un supremacismo de la más pura escuela lombrosiana.
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