miércoles, 30 de mayo de 2018

El fracaso de la «desobediencia» de Quim Torra




La paradoja: la rectificación de Quim Torra, nombrando nuevo gobierno de la Generalitat de Catalunya, señala su propio fracaso. Quede claro: no censuro el gesto, simplemente constato su carácter paradójico. Veamos.

El pasado día 11 Torra nombró vicariamente una serie de consejeros sabiendo que serían tumbados por el hombre de Pontevedra. El BOE devolvió el trágala al Palau de la Generalitat. En realidad le estaba recordando a Torra una orientación de Maquiavelo: no amenaces en vano. Pero el presidente vicario no es hombre de sutilezas, es aproximadamente un compulsivo liante. Un hombre que confunde el acto de gobierno con una apuesta en el mostrador de una taberna de postín.

Han pasado diecinueve días hasta la rectificación. O sea, se ha prolongado gratuitamente el artículo 155 en aras a la desobediencia auto exigida. Casi tres semanas que sólo han servido para el mantenimiento de la tensión en ciertas playas catalanas con las crucecicas amarillas. Una estética escasamente atrayente para el turismo internacional y el doméstico.

Al menos en este caso la desobediencia ha fracasado. El Estado, según la familia de los Médicis, no se defiende rezado padrenuestros. Es casi seguro que la CUP no verá con agrado el retorno a la autonomía. Pero no seremos nosotros quienes le echemos un cable a los cuperos.

Mientras tanto, el hombre de Berlín se inquieta por la moción de censura contra Rajoy. Es necesario que todo siga igual para que él y sus franquicias mantengan prietas las filas, recias, marciales.  Con la música antañona del afilador que  avisa al vecindario que afila cuchillos y repara cacerolas. Lo viejo se defiende como gato panza arriba. 


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