Mariano Rajoy
intenta colocar a Celia Villalobos al frente
de la Comisión que conocemos como la del Pacto de Toledo. Lo cierto es que da
pavor pensar que esta señora pueda estar en un grupo de trabajo --da igual que sea presidenta, vocal o
utillera-- de esta envergadura.
El hombre de Pontevedra no
escarmienta. Sigue sin querer entender el giro político que se ha operado en
España. Un giro que se ha hecho visible en el esperpéntico nombramiento –y
posterior retirada-- del ex ministro Soria como alto directivo
del Banco Mundial. Y no escarmienta,
además, en que sus nombramientos suelen recaer en personas de probada incapacitación.
Soria y ahora la Villalobos son ejemplos de una esforzada conducta en
mantenerse en la indocumentación para aquello que se les ha encomendado. Pero
el hombre de Pontevedra tiene un probado sentido del agradecimiento hacia
quienes le han servido ancilarmente. Se diría que Mariano valora los años de
escalafonato a su servicio. Los saberes
ya son harina de otro costal. De ahí que los intentos de renovación del partido
sean meras jaculatorias. Pero ya pasa de castaño oscuro ver que doña Celia pueda
ser de alguna utilidad en los muy serios asuntos que trata –o debería
tratar-- el llamado Pacto de Toledo.
En todo caso, con o sin la
Villalobos al frente (o al lado) de ese grupo de trabajo, desconfíen de su
utilidad. Siempre tuve la opinión, que he dajado por escrito, que el mencionado
pacto era un perifollo para aparentar políticas de consenso en torno al tema de
las pensiones. Siempre fue una quisicosa para justificar la política
discrecional de los diversos gobiernos. Sin embargo, así las cosas, el
nombramiento de esta señora pone al descubierto el verdadero carácter de tan
famoso sinedrio.
Radio Parapanda.
Mensaje a los padres que quieren
hijos felices.
Es un consejo del filósofo de Ocata, don Gregorio
Luri.
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