«¿A quién le importa lo que yo haga? / ¿A quien le importa lo que yo diga? / Yo soy asi, why asi seguiré, nunca
cambiaré», se preguntaba una joven Alaska hace ya algunos
años. Comoquiera que nadie respondió a
la inquietud existencialista de la cantante, podemos colegir que no había
interés en las preguntas y que, por tanto, no merecían respuesta. No parece ser
este el caso del intercambio ciber epistolar de los más conspicuos dirigentes
de Podemos, Pablo Iglesias el Joven e Íñigo Errejón. Según los medios escritos, radiofónicos,
televisivos y otros de tosca lencería, dicho intercambio se publicita como
conflicto interno; en cambio los protagonistas y sus allegados lo definen como
debate en abierto. Ahora bien, como
siempre pasa en estos casos, el hecho que merece más atractivo –morboso o
no-- es o bien que se pelean o bien que
debaten. Sin embargo, nadie entra en los contenidos de lo que dicen uno y otro.
Es decir, el carácter orgánico de la polémica o de la ciber conversación es lo
de menos. Así, pues, recuperando a la inefable Alaska, ¿a quién le importa lo
que se dice?.
Realmente lo que dicen Pablo e Íñigo se puede
reducir, sin temor a esquematismos, a: ¿se debe ir a degüello o con algo tan
incorpóreo como el «tono»? Naturalmente, el esquematismo lo pone el medio,
twitter que no contempla más que un reducido número de caracteres. Pero uno y
otro han escogido deliberadamente dicho medio. De manera que podríamos llegar a
esta conclusión: aquí no hay, al menos de momento, ningún debate sino el
escarceo de marcar el territorio. Y
puede que vaya dirigido a los hinchas de sofá de cada cual. O a la militancia
selfi.
En todo caso, se nos escapa la
relación entre el ir a degüello de
uno y el tono seductor del otro con
las patologías que tiene la sociedad. Ni siquiera, en nuestra opinión, adquiere
el carácter de una relación abstracta. Son, de momento, exhibicionismos estéticos
de quienes parece que todavía no han digerido lo alcanzado hasta ahora, ni las
potencialidades de la nueva fuerza política que representan.
En tiempos de normalidad se
podría decir que estos comportamientos son fruto de la breve biografía política
de Pablo e Íñigo. Pero yo presumo que este no es el caso: cierto, todavía
llevan biográficamente poco tiempo, pero estos tres últimos años han
transcurrido a una velocidad de vértigo. Tanto tiempo que incluso da la
sensación de que se está agotando el poder enriquecedor de los primeros debates
fundacionales de Podemos. Con lo que la amenaza de la banalización podría estar
cantada. Tengo para mí que, si no se remonta ese proceso de banalización,
podría llegar el momento de no saber qué decirse el uno al otro. Y ambos al
conjunto de la sociedad. O de tirarse los trastos a la cabeza sin ningún tipo
de argumento relacionado con el origen de la polémica.
Por lo demás, si Pablo e Íñigo
están a la greña, ¿por qué iban a ser menos los de la confluencia catalana? Si
las muchachadas madrileñas están dándose de palos, precisamente en esta
coyuntura, ¿a santo de qué sus confluyentes amistades catalanas se iban a
quedar quietos? Aquí, en tierras carolingias, se sigue la senda de la bronca madrileña,
y –como decíamos el otro día— aquí tampoco hay debate, sino un altercado
soterrado que se ha hecho visible. Voces amigas me informan que la exigencia
vaporosa de Podemos Cataluña de pedir «visibilidad», reclamada por Dante Fachín y una fámula de Lady Macbeth, se ha
convertido ya en algo físico: que Joan Coscubiela ceda la portavocía de la
Comisión de Economía y Presupuestos a la fámula mencionada. En caso contrario,
se amenaza –posiblemente de manera ful—con romper la coalición. Digamos, pues,
con Alaska que «¿A quién le importa
lo que yo haga? / ¿A quien le
importa lo que yo diga? / Yo soy
asi, why asi seguiré, nunca cambiaré». Dejamos al inquieto lector que piense qué
relevancia tiene para los intereses del público en general estos grotescos
chicoleos.
Decimos grotesco porque, además, este
encanallamiento se distingue por la ausencia, también en el caso catalán, de
ausencia de proyecto de Fachín y de torpedeamiento de aquellos que, por lo
menos, insinúan algunos retales de quehacer político. Por
eso, me permito evocar un sucedido, tal vez el más surrealista de mi vida
militante. Pongan oído.
En una reunión del Comité
central del PSUC, en puertas de que se partiera por la mitad, un dirigente
histórico del partido, con todas las toneladas de la clandestinidad en sus
espaldas, afeó la conducta de otro dirigente de su quinta y con los mismos
trajines de conspiración, con este inaudita respuesta: «¿Qué me vas a enseñar
tú, que en plena clandestinidad fumabas marlboro?». No importa los nombres de
estos dos personajes, lo que interesa es el hecho en sí mismo. De donde podemos
inferir –siempre aproximadamente-- que
un partido puede romperse, o desaparecer después de la escena, cuando no se
sabe qué decir a la sociedad. Vale. Dejemos las lagrimicas y asomémonos al balcón del Ayuntamiento de Barcelona. Mi
amigo Javier Pérez Andújar
tiene la palabra: http://www.elperiodico.com/es/noticias/barcelona/texto-integro-del-pregon-javier-perez-andujar-5402985.
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