sábado, 9 de enero de 2016

Una reinterpretación de Antonio Baños, el de la CUP




Leí en las zahúrdas sociales que Antonio Baños todavía no ha presentado su renuncia al acta de diputado en el Parlament de Catalunya. Pero no hice caso ya que la polución informativa en las redes es cosa sabida. Sin embargo, en La Vanguardia de hoy se nos dice exactamente lo mismo, y es sabido que dicho diario considera pecado mortal propalar un bulo. O sea: Antonio Baños, que dijo que renunciaría al escaño por su negativa a compartir la decisión de sus cofrades de la CUP de no investir a Artur Mas, sigue en aparente paradero desconocido sin acercarse al negociado parlamentario donde se certifican las renuncias.

Baños tuvo la difícil papeleta de gestionar la negativa de la CUP, de la que era nada menos que su portavoz, con su posición favorable a la investidura. No es la primera vez que un dirigente político, portavoz o no de su grupo, se ha encontrado en esa posición. Es decir, en el complicado laberinto personal de la «disciplina de partido» y su propia opinión. En todo caso, Baños hizo lo que coherentemente entendió adecuado: optar por su propia opinión y, llegado el caso, dimitir de sus cargos y devolver el acta de diputado a su partido. Vale decir que, al menos públicamente, su partido se ha portado con elegancia. No así los cosechadores de traiciones que han apuntado otra muesca en el revólver de su culata. Dicho lo cual, el todavía diputado Baños, si no quiere estar en coplas, debería dimitir hoy mismo sin más tardar. O eso nos parece.

En todo caso, daremos por retirados los anteriores comentarios si el comportamiento de Baños huele a Poincaré. Como es sobradamente conocido Henri Poincaré fue uno de los matemáticos más imponentes de la historia de esa ciencia. Pero en cierta ocasión fue un redomado pillastre.

Verán ustedes, nuestro genial matemático ganó un premio cuando descubrió su teoría de la inexistencia del caos. Sin embargo, pasado un tiempo (y tras cobrar el premio en metálico) se da cuenta de que su estudio contiene una serie de errores. Pero dicha investigación ya había sido publicada en la revista de la Fundación Mittag—Lefler. Poincaré consigue que se retire la publicación y paga de su bolsillo los gastos de la reimpresión con las correcciones donde demuestra lo contrario de lo que dijo al principio. Un paréntesis: tan sólo se le escapó una copia que, andando el tiempo, dio fe de aquel asunto. Lo sabemos por haberlo leído en la Historia de las Matemáticas, de Ian Stewart, que publicó Crítica primorosamente en   2007.  


P/S.--  Que sepan ustedes que todavía no está vendido todo el pescado. Hay media banasta de japutas en el mostrador de la pescadería.  

1 comentario:

Daniel F. dijo...

Hay una pintada en mi barrio que pone:

"Dimitir no es un nombre ruso.."