Ya lo han visto ustedes: se
acabó el pescado cuando ya no hubo más japutas que vender en el mostrador. Lo
demás son especulaciones y ganas de darle a la pluma.
Los hechos nos dicen lo
siguiente: el rey Arturo
ha sido destronado, y siguiendo las tradiciones regias (también las del
aznarato) indicó quién debía sucederle, así es que algo comparten Rajoy y este Puigdemont, que –si se sigue el guión al pie de la letra— será
investido esta tarde president de la Generalitat de Cataluya. Algo chocante,
sin embargo. En esta subasta del mismo pescado, que ha durado unos tres meses,
el dedo no se ha dirigido a nadie del círculo concéntrico más allegado al rey
Arturo, sino al extrarradio del grupo dirigente. ¿Por qué? Tal vez porque el
rey destronado piensa que es el más manejable. Pero sólo es un tal vez. En todo caso, Artur Mas debería
saber bien que casi nunca los aparentemente manejables son hechuras perfectas.
Los hechos también indican que,
si bien la CUP ha conseguido descabalgar al rey Arturo lo ha
hecho a costa de ella misma. Aquel desparpajado Pio Cabanillas hubiera repetido su legendaria frase: «¡Qué patada
les hemos dado en nuestro propio culo»! Que, traducida a lo que comentamos,
podría ser así: hemos cumplido nuestra promesa
(como dijimos en la asamblea) a cambio de descuartizarnos a nosotros mismos y postrarnos
de rodillas durante toda la legislatura (como no dijimos en la asamblea). Como
ha quedado reflejado en la declaración de los cincopuntistas: «Garantizar que los diputados/as de la CUP se
incorporarán a la dinámica del Grupo parlamentario de Junts pel Sí de manera
estable. Participarán en todas las deliberaciones y actuarán conjuntamente
en las tomas de posición del grupo». La pérfida intención de subrayar esta
frase es de un servidor. Naturalmente lo de “incorporarse a la dinámica” puede
ser cualquier cosa, pero no ambigüedad. Por lo demás, el punto quinto del
acuerdo es la imposición de un trágala de los costaleros del destronado rey donde
hace decir a los párvulos perrerías con formato de autocrítica. De manera
indirecta la CUP está próxima, según el punto número cinco, a declararse
quintacolumnista durante estos tres meses. Por no hablar del punto sexto donde
se reconoce que los cupaires están obligados a hacer dimitir de su grupo a
aquellos diputados que más se han empeñado en señalar antipáticamente al rey
Arturo. Voces amigas, desde dentro del meollo, están en condiciones de
demostrar que esto ha sido sugerido por un accionista común de Junts pel Sí y la CUP. Yo
no estoy en condiciones de contradecirlo.
Digamos, pues, que el procés ha dejado de ser para los
políticos soberanistas, una ensoñación y ha ido adquiriendo la fetidez del
pescado tardíamente vendido (y comprado). La novedad es que, ahora, el genoma
del procés es una japuta en mal estado.
Veremos, en los próximos meses,
cosas tristemente hilarantes: anticapitalistas votando lo que les eche «el burgués
insaciable y cruel», como decía la canción de tiempos antiguos. Pero cuando la
CUP despertó ya no estaba allí. Entonces, el rey Artur podrá volver a
presentarse a la presidencia y, como han indicado exponentes de la Orden de la
Malafoyá (en el sentido granadino del término) tendremos la versión catalana
de Putin – Medvedev, Medvedev—Putin. ¿Estás en lo que es?
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