El lema de este blog es: "Nada curo llorando y nada empeoraré si gozo de la alegría" (Arquíloco).
miércoles, 20 de enero de 2016
La movilización a ras de tierra
Estaba cantado que el acto de ayer en
Madrid desbordara ampliamente el aforo del salón de actos Marcelino Camacho de Madrid en comprometida defensa
del derecho de huelga y de solidaridad con los 8 de Airbus, según las pautas
que explicita el manifiesto LA HUELGA NO ES UN DELITO. Como no podía ser de otra manera, dicho
acto estaba apoyado por los diversos sindicatos europeos y la propia CES.
Este
acontecimiento es una primera respuesta a dos elementos que se entrecruzan: el
intento de demolición de una serie de derechos, poderes y controles del
sindicalismo confederal y de la criminalización del ejercicio de los mismos.
Sabemos el objetivo de esta operación: reducir al sindicato a una especie de sujeto técnico que acompañe acríticamente los gigantescos cambios
que se están dando desde el ecocentro de trabajo y en toda la economía. Que
liquide la capacidad de alternativa y de proyecto del movimiento organizado de
los trabajadores, volviendo al tiempo de la «servidumbre voluntaria, a la
subalternidad forzada.
El
acto de Madrid era, pues, pertinente y necesario. Pertinente por la gravedad
del inminente juicio contra los 8 de Airbus y centenares de sindicalistas
acusados y condenados por ejercer el derecho de huelga; necesario porque está recordando
a los partidos políticos que la cuestión social no debe ser una quisicosa en
estos momentos de configuración de la nueva legislatura parlamentaria. Porque
cuando se acosa el derecho de huelga hasta esos extremos se está provocando una
democracia mellada. Con todo, el acto de Madrid merece unas reflexiones de
acompañamiento.
El
sindicalismo no debe contentarse con el acto celebrado en Madrid. Lo digo
porque he tenido siempre la impresión de que los grandes acontecimientos que se celebran en Madrid tienen a
“representar” –y en buena medida lo son—al conjunto de las organizaciones
confederadas. Pero dicho acontecimiento, por importante que sea, no contabiliza el estado de ánimo de estas organizaciones confederadas. Por lo
que la participación de los trabajadores del resto del país no tiene su
necesaria visibilidad ni el conjunto de la organización sindical es plenamente
protagonista. De ahí la mayor descentralización de cualquier tipo de acciones.
Quiero decir concretamente lo siguiente: la acción colectiva por la reconquista de los
derechos, poderes y controles que han sido laminados –y ahora la solidaridad
con los 8 de Airbus— debería extenderse a todos los lugares de España. O, lo
que es lo mismo: que en cada ámbito territorial se haga algo similar al
importante acto madrileño.
Sería
una presión popular solidaria y, a la vez, podría ser entendida como una
exigencia al nuevo cuadro político de derogación de la legislación que ha
provocado la erosión de esos derechos, poderes y controles sindicales y
sociales, reforzando la propuesta de las diversas fuerzas políticas que
prometieron durante la campaña electoral el envío de la reforma laboral (y
otras) a la papelera.
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