El proceso
de movilizaciones, que viene de muy atrás, remachado nuevamente en las
movilizaciones de ayer y hoy, tienen como objetivo señalar de manera
contundente la oposición ciudadana a todo el paquete de medidas del gobierno en
materias muy sensibles. Es una respuesta tan contundente como pacífica. Que
viene a incidir en la rentabilidad de la acción colectiva, cuya muestra más
reciente ha sido la ya histórica huelga de las limpiezas y jardinería de
Madrid, capital de la Gloria.
Este
«movimiento de movimientos» es autónomo e independiente de los partidos
políticos, incluidos los de izquierda, pero no es indiferente del cuadro
político e institucional. Más todavía, es pacíficamente beligerante a favor de
una nueva guía en la dirección política e institucional del país. Y lo hace en
demanda de un cambio drástico de las medidas económicas y sociales y, vinculado
estrechamente a ello, por la regeneración democrática del país. La masividad e
insistencia de este movimiento de movimientos ya no es posible que sea ignorado
o ninguneado. Está ahí, no sólo circunscrito a las ciudades más importantes
sino extendiéndose a todo el territorio español. Más todavía, se trata de una
alianza implícita entre el conjunto asalariado y las capas medias, que también
están sufriendo un acelerado proceso de empobrecimiento. Esta «alianza» es un
fenómeno nuevo, que conviene ser analizado con rigor y pormenorización.
Naturalmente,
este proceso tiene una lectura social (o, si se prefiere, sociopolítica), pero
nos empuja, naturalmente, a otra lectura, ésta de carácter político; a saber,
la necesidad de que los movimientos sociales, desde su independencia y
autonomía, compartan diversamente un
paradigma de cambio con las formaciones políticas de izquierda partidarias de
darle la vuelta a la tortilla. Cierto, no se trata de que el movimiento de
movimientos sea la fiel infantería de nadie. Esto es algo que siempre hay que
recordar (no sólo) a los partidos políticos.
En todo
caso, me parece que algo es una verdad (siempre aproximada) a esto: el problema
de fondo es de naturaleza eminentemente política. Porque este gobierno (y las
derechas de diverso pelaje) no es sólo el propulsor de un acelerado proceso
termidoriano sino la triste garantía del freno histórico en España en todos los
terrenos.
Por lo
demás, se debería tener en cuenta lo que Antonio Baylos apunta cuando vincula
el proceso de movilizaciones a las elecciones europeas que están a la vuelta de
la esquina: En el territorio español, sin
embargo, las elecciones europeas se interpretarán exclusivamente en su
vertiente interna, y es previsible que este reduccionismo se extienda a la
campaña electoral, como un aval o por el contrario un desmentido a la política
del gobierno del PP. Esta "interiorización" del espacio electoral
europeo es sin embargo un error, porque no permite discutir ni que se integre
en el espacio de la publicidad que permite las elecciones, sobre las opciones
concretas que se deben adoptar en la política europea y en la necesidad de una
nueva institucionalidad de la misma, así como el significado y la relevancia de
éstas. Tiempo habrá no obstante para abordar este y otros temas. (1)
Como dice Baylos: tiempo habrá para abordar éste y otros
temas. Vale
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