martes, 12 de julio de 2022

Uber: el anarco—capitalismo rampante.


 

Algunos analistas a la virulé nos dijeron que el neoliberalismo es la fase superior, última, del capitalismo. Uber, que está ahora en boca de todos, viene a demostrar que todavía el capitalismo puede adquirir nuevas fisonomías haciendo del neoliberalismo un convento de ursulinas. Uber, de momento y hasta mejor reflexión, podríamos definirla como el exponente más sofisticado del anarco—capitalismo. Iber Tecnoligies Inc es una empresa post post post moderna, es –dirían los que no tienen rubor en confesarse como pijos una startup--; creada en 2009 en San Francisco y opera en 900 regiones metropolitanas de todo el mundo. Les sugiero que no se pierdan la serie de reportajes –ya van dos— que está publicando diariamente El País.

Uber ha practicado, según los informes, todo el almacén de delitos al por mayor y detall que pueden estudiarse en el Aranzadi. Desparpajadamente mediante instrumentos viejos y nuevos como la violencia y la extorsión, los ciberataques y otros medios de última generación. Si todo ello fuera una serie televisiva más de uno dirían qué exagerao. Y, sin embargo, es tan verdad como el teorema que se atribuye a Pitágoras.

A no pocos políticos lograron engatusar  y tres cuartos de lo mismo a opinadores de quita y pon: Uber es –decían-- la modernidad, lo contrario de los poderes de los viejos gremios del taxi, reliquias de las nieves de antaño. Cada uno que esto dijese le caía en mano una buena morterada de parné.

Uber o la primera gran estafa del siglo XXI. Un macro fraude que, además, afectó a sus asalariados que, mal pagados y violentados en su trabajo, estaban obligados a enfrentarse a sus contrarios con puños y palos.

Anarco—capitalismo que, si fuera el argumento de una serie televisiva, acertaría en situar a sus dirigentes como ciber--pijos de Silicon Valley, que se pusieron como reto montar esta forma de forrarse. Y para ello organizaron esta pendencia contra la ciudadanía, los Estados, el Derecho y la Democracia.  

Hasta ahora no se ha escrito una novela tan truculenta como esta historia real, que yo sepa. Con todo, hago una sugerencia: mucho ciudaíco con hablar de la prensa sin ton ni son, o de los periodistas afirmando que todos están vendidos al oro de Catar. Ojo, periodistas son quienes han levantado este asunto. Muchos políticos, al menos los untados, no dijeron ni oxte ni moxte.

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